Por Gerardo A. Herrera Pérez

“Tolerar significa entre otras cosas que, las personas no pueden imponer sus opiniones a los demás”.

Escribo esta nota para mis amigos y amigas de Tierra Caliente, del Valle de Apatzingán.
Escuchar el término de tolerancia, nos remite a pensar en la conmiseración, aceptación sin respeto, y otras expresiones más, que violentan la dignidad humana, y con las cuales no estoy de acuerdo.
La tolerancia es un concepto histórico, se ha construido por años, y hoy, me parece importante tenerlo presente y en cuenta porque será fundamental para este proceso de transición institucional; tenerlo en cuenta nos podría evitar violencia y por el otro lado permitiría promover el respeto; por ello, decidí reflexionar el concepto de tolerancia y compartirlo con nuestros amigos y amigas que constituyen el tejido social de Michoacán.

El ejercicio de la tolerancia nos permite aceptar la diversidad cultural; aceptar en la diferencias a la otredad, reconociendo que uno y otro tienen los mismos derechos, y que solo con este ejercicio podemos respetar a nuestra otredad.

La tolerancia, sin equivocarme, es fundamento del conocimiento, de la actitud de apertura, así como de la comunicación y desde luego, porque es importante, de contar con libertad de pensamiento, de conciencia y de aceptar que cada quien puede tener su religión y su manera de entender el cosmos.
En este sentido, es importante precisar que la tolerancia, es considerada también no solo como un valor, sino también como la virtud que hace posible la paz; la paz social que tanto anhelamos.
Aclaro con contundencia que, tolerancia no es lo mismo que concesión, o indulgencia, incluso dádiva, no, no lo es; considero que la tolerancia es una actitud activa para reconocer los derechos humanos universales y las libertades fundamentales. De ahí, la importancia que la tolerancia la practiquemos en lo individual, en las colonias, en los grupos sociales, en los barrios, en los callejones, en las plazas, en los mercados, en las oficinas, en la familia, pero también en los espacios donde se construye y se instrumenta las prácticas gubernamentales, claro, desde luego por los gobiernos debe haber tolerancia.

Siempre es importante considerar a la tolerancia como un mecanismo que nos acerca a la pluralidad cultural, social y sexual (recordemos que no hay posiciones únicas, ni dicotómicas), y nos previene de no caer en situaciones de dogmas o posiciones absolutistas que permite excluir y violentar los derechos humanos.

Hoy me duele que nadie diga nada, o cuando menos muy pocos, al presenciar en el espacio público a personas como: enfermos mentales, a niños, niñas y adolescentes en la calle o trabajando o pidiendo limosna, así como adultos mayores, que requieren de nuestra ayuda, pero que nadie es tolerante, porque no se reconocen en las diferencias y en la igualdad de los derechos humanos; porque pocos se acercan a tenderles la mano.

Por eso, creo que la tolerancia debe estar presente en las leyes para que se aprecie la diversidad cultural, social y sexual que tenemos y no excluir o marginar a nadie, que le pueda causar daños graves a su dignidad, pero también para evitar frustraciones, hostilidad o ser presa de posiciones ideológicas o de fanatismo.

Por ello, insisto que necesitamos de la tolerancia en nuestro ejercicio social, en nuestro día a día; lo necesitamos porque vivimos en la diversidad y porque requerimos de aceptarnos en las diferencias y reconocernos con los mismos derechos. Porque la tolerancia nos permite entender el peligro que representa la indiferencia al ascenso de grupos e ideologías intolerantes.
Yo no discrimino, yo soy tolerante, yo dialogo, yo respeto, y tú……..demostremos que podemos ser tolerantes con todas las personas.