Por Sr. López
No se vale soñar
No se vale soñarurió tío Alfredo… por fin quedó certificada la ya definitiva calidad de fiambre del setentón tío. Fue un alivio para la familia materno-toluqueña. No era crueldad, pero se estuvo muriendo siete años, mismos en los que su esposa, tía Lina (Tranquilina… en serio), y sus hijos (dos varones y tres cimbreantes señoritas), vivieron un Via Crucis que (con todo respeto), ni Jesucristo hubiera aguantado. Tío Alfredo tenía pinta de aristócrata y si sano daba mucha lata, de moribundo era un tormento: exigía estar acompañado todo el tiempo, pedía la bacinica o el “cómodo” a cada rato (podía caminar, pero no le daba la gana ir al baño, se estaba “muriendo”), quería sentarse, quería acostarse, se quejaba tuviera o no dolores (no tenía), el cura ya no iba a santaolearlo (“cuando muera le canto una misa, si quieren, pero santos óleos, ya no le doy”); que le subieran el volumen al radio, que se lo bajaran, que le leyeran algo, que recalentaran la sopa, que menos leche en el café, que el pan era de ayer, que menos abiertas las contraventanas, que entrecerraran las cortinas… y el gasto lo daba él, eso sí, solo él sabía dónde escondía el dinero, y diario había que hacerle cuentas (a detalle), dejarlo solo y al rato se oía un cavernoso “yaaa” (y ahí estaba el dinero sobre su buró, justito). Y todas las noches alguien tenía que velarlo y si abría uno de sus malignos ojos cerúleos con ojeras como alforjas y no estaba alguien sentado a su lado (despierto), aullaba como si lo estuvieran apaleando. Era una máquina de dar lata y malos modos, porque eso sí, majadero siempre fue. Su muerte fue un acto de decencia… pasado el gusto, perdón, las exequias, la tía Lina y su prole, descubrieron que tenían que aprender a vivir sin él, que sus vidas habían girado en torno a él, siempre. No había habido novias para los hijos, ni pretendientes para las hijas y su mamá era la imagen viva de La Dolorosa. Para sorpresa (y escándalo “sotto voce”), tía Lina, que quedó cuarentona, de buen ver y mejor tocar, a los tres meses cumplidos del sentido fallecimiento, en discreta ceremonia en capilla lateral de catedral, vestida de gris perla (guapísima), contrajo nupcias con un morenazo grandote, fuerte como cargador de la central de abastos que parecía, nomás parecía, de menos edad que ella. Tío Armando, en el moderado brindis posterior a la boda, murmuró: -Es lo menos que se merecía Alfredo –y, francamente… sí.
Vamos a imaginar que estamos a 30 de septiembre de 2024, que mañana es 1 de octubre y La Patria (la señora de la portada de los libros de texto gratuitos), estrenará Presidente (AMLO entrega el poder dos meses antes del 1 de diciembre, conforme dispone el decreto publicado en el Diario Oficial de la Federación el 10 de febrero de 2017).
No es difícil suponer que saldrá de Palacio Nacional en olor de santidad. Sus seguidores y admiradores, gobierne como gobierne, se van a llagar las manos de tanto aplaudirle, habrá epidemia de ronquera de tantos “¡vivas!” Muy bien…. pero ¿y luego?
Como estamos suponiendo, no es cosa de figurarnos que el país se fue al traste. No, pero sí podemos pensar que le aprobaron la Guardia Nacional en el que será ya el lejano 2019 y que para el 2022, ya funcionaba como máquina de relojería (plazo puesto por el inmensamente irresponsable Alfonso Durazo)… ¿en un año nueve meses va a lograr el milagroso retorno de la seguridad pública?… a resultas de haber dejado de perseguir a los líderes de la delincuencia organizada, que vamos a observar en 2024: ¿una Pax Narca?… ¿ya no pelearán por territorios los nuevos intocables (los jefes de las mafias)?; ¿y en los primeros cuatro años de verdad pudieron sofocar a secuestradores, tratantes de personas y todas las demás variantes del delito común?… bueno, es mucho suponer, pero supongámoslo: nuestros militares ya estarán de regreso en sus cuarteles, y nuestra Guardia Nacional (civil), será de presumir. Perfecto.
Sigamos suponiendo: acabó con la corrupción. De misteriosa manera, a resultas de no perseguir a los gargantones sin averiguación abierta antes del inicio de su periodo de gobierno, los nuevos funcionarios, todos de a menos de 108 mil pesos mensuales, se comportaron a la altura de las circunstancias al grito de “¡es un honor estar con Obrador!” Quedarán por supuesto los resabios de esa corrupción de crucero y ventanilla, cosa menor, pero los enormes negocios fraguados a la sombra del frondoso árbol del poder grandote: ni uno. ¡Aleluya!
Supongamos que pero-por-supuesto, en el país no habrá un nini, que los pobres serán pieza de museo, que hay colas para treparse al Tren Maya, que lo que iba a ser el aeropuerto de Texcoco ya es un parque temático (“Disneynacó”, hasta suena bien); que la refinería de Dos Bocas avienta gasolina que es un contento. Mejor que mejor.
Y ya en este plan de fantasía, tengamos la certeza de que no creció la deuda. Aplauso del respetable.
¿Entonces cómo quedará México después de este gobierno?… por supuesto autosuficiente en combustibles y gas (soñar es gratis)… Y con abundante inversión extranjera directa, la IED, esa que viene a invertir en fábricas, infraestructura y plantas industriales… ¡también!
La IED, es precisamente lo que el país necesita para crecer, para que su economía sea suficiente para dar empleo a todos los tenochcas simplex. Como ya quedamos que estamos soñando: se recuperó la perdida confianza de los inversionistas extranjeros (primera vez en la historia de nuestra especie), y la hazaña del periodo 2012-2018 de haber incrementado el monto de inversión de extranjeros un 50% más que en el periodo de Calderón y un 82% más que en tiempos de don Chente Fox, va a ser de risa junto a las cataratas de inversiones de todo el planeta en nuestra risueña patria. ¡Sensacional!
Así con todo perfecto, sin un tropiezo, la gran pregunta es: ¿quién será su sucesor?… porque el problema de que todo gire en torno a un solo hombre, prueba la historia, es que luego sigue el Diluvio. No se vale soñar.