Por Hugo Rangel Vargas

El Banco de México dio a conocer hace un par de días su Informe Trimestral para el período de octubre a diciembre de 2018. En ese documento el banco central del país ajusta a la baja las expectativas de crecimiento económico para 2019 y 2020, lo cual ocurre a la par de que Moody’s hizo lo propio, así como HR Ratings el pasado 22 de febrero.

El nuevo pronóstico anunciado por Banxico señala que para 2019 el umbral de crecimiento de la economía nacional pasa de entre 1.7 y 2.7 por ciento a entre uno entre 1.1 y 2.1 por ciento; mientras que para 2020 la perspectiva de crecimiento se ajusta de entre 2 y 3 por ciento hacia una que se ubica entre 1.7 y 2.7 por ciento.

El juego de factores para este reajuste deriva de tendencias que viene arrastrando la economía nacional desde hace décadas. Se ha demostrado, por ejemplo, que hay un comportamiento cíclico de la actividad productiva, un patrón que se reproduce sexenalmente y que ubica los menores datos de crecimiento económico al inicio y al fin de cada administración presidencial y cierto auge en el segundo y tercer año.

Así, por ejemplo, en 2001 al inicio de la administración foxista, la economía tuvo un crecimiento negativo de 0.2 por ciento; en 2007 con Calderón ya al frente del país, el crecimiento fue de 3.3 (aunque vale decir que este patrón no se reprodujo en esta administración como producto de la crisis financiera internacional de 2008), mientras que con Enrique Peña Nieto en 2013 la economía creció apenas en 1.4 por ciento.

A este fenómeno cíclico, que se presenta desde 1970, habría que sumar los elementos que el banco central señala como determinantes. El primero de ellos es la pérdida del dinamismo del comercio internacional derivado de las tensiones comerciales y de la adopción de medidas proteccionistas que lastiman la movilidad de mercancías e inversiones a escala global.

Internamente, la perspectiva de desaceleración esta afectada por que 2018 cerró con un crecimiento menor de la economía lo cual incide en una menor base para el 2019, así como por la concurrencia de fenómenos anómalos y transitorios tales como el desabasto de gasolina, el bloqueo de las vías férreas y las huelgas en el norte del país, lo cual merma la capacidad de crecimiento de la demanda global.

A todo lo anterior, vale agregar el rezago en el ejercicio del gasto público que se produce de forma friccional a cada inicio de sexenio. Sin embargo, en este sentido, es importante señalar que el informe mencionado señala como factor de oportunidad el que el gasto de los consumidores se incremente más allá de lo esperado; impulsando a la demanda global a un mayor dinamismo.

En este sentido, es probable que los recursos que se transferirán a la población a través de los programas sociales que instrumentará la administración lopezobradorista implican un mayor ingreso para un porcentaje importante de consumidores. Esto podrían tener un efecto anticíclico, ya que llegaran a sectores de la población cuyo porcentaje de sus ingresos que destinan al consumo es mas elevado que el promedio.

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