Escribe: Javier Lozano
Soy de las personas que con ansias esperaba el aliento de un nuevo gobierno. Quienes votamos por Andrés Manuel López Obrador en tres ocasiones, nunca hemos dudado de su honestidad; hay que tener presente su pasado, a fin de comprender el futuro. Por años estuvimos a merced de gobiernos salientes y entrantes con una parsimonia que minimizaba las prioridades, pero que simulaba una responsabilidad social; que contrastes— porque la realidad es inocultable ante el empeoramiento que impidió avances para resarcir los grandes retos de desigualdad, pobreza y marginación. Sin mencionar la opulencia, que fue gravísima.
Por ello, la transición del 2018 arrastró una serie de cambios al paradigma sociopolítico en todos los aspectos; primero, se rasuró el impostergable esquema de corrupción desde las más altas esferas del poder. Ahí los escándalos no cesaban, pero también, eran encubiertos por aquellos actores que poseían el empoderamiento y el salvoconducto desde Palacio Nacional. Esas acciones transitaban a mansalva a través de la manipulación, el clientelismo y sobre todo el nepotismo: un andamiaje que era prolongado a partir de los tiempos donde la derecha conservadora gozaba de garantías de impunidad.
Asimismo, había una condescendencia privilegiada con aquellos comunicadores que fueron pieza clave a amortiguar un testimonio inocultable de cientos de capítulos que para los mexicanos, constituían hechos ominosos. Esa característica hizo que miles de veces, un grupo de periodistas fraguaran un discurso que directamente se inclinaban a golpear a López Obrador. Lo hicieron prácticamente cuando miraron la fuerte competencia y aceptación que gozaba el ahora presidente. Quizá eso puede explicar una cierta conspiración que generó la ofensiva mediática en el momento en que Andrés Manuel se encontraba en la cima a principios del 2000.
Quisieron encontrarle el flanco más débil a López Obrador. Jamás lo obtuvieron a pesar de que muchas veces tuvo que defenderse de la inequitativa acción de pretender quitarlo del camino político; cuestionado por todos lados, Andrés Manuel remó contracorriente. Y eso, que una embriagada comentocracia y los esfuerzos de un bloque de políticos llenos de odio al percibir el crecimiento del Tabasqueño a nivel Nacional, se empecinaron en frenar a base de mentiras y difamaciones en un diseño que operó en noticieros estelares: a través de un esquema perverso y maquiavélico para desprestigiar su intachable carrera política. No obstante de haber puesto en marcha esa ruta, nunca lograron poner en evidencia, ya que AMLO puso en manifiesto sus convicciones que eran canalizadas en una tenacidad que históricamente ha tenido batallas durísimas, pero que ha salido avante.
A pesar de que aun reflejan ese apetito gradual que marca el final de una era de dominación y supremacía que mantuvieron por décadas, le apuestan a la estrategia emulada del 2006, 2012 y 2018. Ahora gozan de un descredito decadente que continuamente va en caída libre, porque han perdido crédito, credibilidad y confianza. Nunca se imaginaron que el desprecio de una sociedad, llegaría a justificar la expresión de indignación que muchos mexicanos sentimos cuando— lanzan el contenido tergiversado. Las Fake News, se han convertido en el único elemento— de una intransigencia que ha escalado a niveles de impopularidad por la serie de disparates y ridículos.
Luego de ser derrotados se confirmó la estrategia rutinaria de difamación. Han querido encontrar argumentos con la finalidad de arremeter, sin embrago, Andrés Manuel López Obrador, cuanta con el sostén de una base social que hace posible entender: que hay un efecto sustancial que mueve el ánimo incondicional. Eso, contradice el desprestigio que pretenden fraguar, teniendo en consideración que para todo quieren distorsionar con actuaciones tan descaradas. Pero Andrés Manuel, encuentra resonancia y legitimidad a través de una resistencia que reconoce el esfuerzo, la tenacidad y las ganas de impulsar un esquema integral de fortalecimiento al país. A pesar de que se ha denunciado abiertamente una guerra sucia contra el presidente, sigue encontrando una expresión consistente de aliento que lanzan mensajes de respaldo al ahora mandatario.
No me extraña que este escenario se intensifique, pero me confirma, que la convicción se compone de una columna social que arropa a Andrés Manuel.
López Obrador tiene en contra a un aparato comunicativo que en consecuencia ataca para menospreciar su administración; criticado por ello, trabaja de manera ejemplar. Asimismo, hay que tener en cuenta, que Andrés Manuel, será objeto de difamaciones una y otra vez. Sin embargo, ha sido tan impactante el respaldo al presidente, como aquel 2018 cuando la intensa avalancha social, marcaba un alto a los atropellos que implementaron por fin el cambio tan esperado.
Estoy contigo Andrés Manuel, porque tengo una conciencia que me impulsa a rememorar la desgracia de gobiernos fallidos.
Estoy contigo ya que tu sensibilidad me pone a pensar muchas veces cuánto tiempo tuvo que pasar para que triunfara un movimiento social de arduas batallas sociales, cuyo sostén ha sido tu referente y liderazgo.
¡Estoy contigo Andrés Manuel!