Por Gregorio Ortega Molina
Quiero ver a los aguerridos médicos cubanos quedarse por allá unos seis meses, sin bajar a las comodidades de la civilización ni a la seguridad que supuestamente proporciona el Estado. Entonces AMLO se percatará de haber metido la pata hasta la cadera
La máscara cae del rostro del tío Andrés Manuel. Deja al descubierto esa grotesca mueca del que alardea de sabio, de que sus otros datos son los buenos, porque de otra manera no puede ocultar su ignorancia. Se sintió y mostró agraviado por las críticas de buena parte de la sociedad que dice gobernar, sin siquiera enterarse que nunca fue por su decisión de gastar nuestros recursos fiscales en lo que no es necesario, sino que, para justificar una acción diplomática y política, necesitó recurrir a la descalificación, el insulto de los médicos mexicanos y la UNAM. ¿Fue necesario? Para subir su apuesta y mostrarse como el infalible hombre del poder, decidió -el último 27 de mayo- mandar a sus críticos al carajo, lo que obliga a preguntarnos si en ese lugar cabemos todos, o es necesario que nos arriende su rancho La chingada, porque todo indica que allá es donde irá a parar la patria, la nación, México, después de su sabio gobierno de la 4T. Cuando el líder que toma las decisiones sobre el futuro del país, (aunque gane elecciones) se equivoca y nos equivoca, se miente y nos miente, el agravio se convierte en error de Estado y las consecuencias se traducen, lo mismo en vidas perdidas que en millones, cientos de millones o miles de millones de pesos, que debieron destinarse a convertir nuestro sistema de salud, en uno idéntico al de Dinamarca, y al Felipe Ángeles en el sustituto ideal y superior al AICM. Para lograrlo debimos reprobar en calificación aérea y aeroportuaria. Los incidentes también están consignados en los otros datos. Conozco bien Tierra Caliente y la Montaña, en Guerrero. Fueron suficientes seis viajes con el ahora difunto Hugo Arce Norato, en compañía de sus brigadas médicas, para comprender lo que allá sucede, y posiblemente ahora más grave que hace 26 años. Lo vi entregarse a los suyos y recibir en pago alimentos y mezcal artesanal, estar rodeado de amistades y buenas maneras. Quiero ver a los aguerridos médicos cubanos quedarse por allá unos seis meses, sin bajar a las comodidades de la civilización ni a la seguridad que supuestamente proporciona el Estado. Entonces AMLO se percatará de haber metido la pata hasta la cadera.