Por Gregorio Ortega Molina

¿Cuál puede ser hoy su significado en Ucrania, en África del norte, entre los estadounidenses que no tienen hogar o perdieron familia durante los tiroteos, o entre los deudos de los desaparecidos en México, las víctimas de la violencia, los inmigrantes varados, humillados y despojados? Imposible conocer del estado de ánimo

¿Pueden medirse la alegría, la paz interna? ¿Cuáles son los referentes para establecer parámetros? ¿Es, el gasto personal y familiar, un índice de referencia para saber qué tan felices pueden ser los mexicanos?

Creo que no hay mejor momento para determinarlo que las fiestas decembrinas. Supongo que el concepto de fiesta y el mes de diciembre varían de acuerdo a los niveles educativos, y a la posibilidad de salir corriendo a las playas o las estaciones de esquí o los cruceros, o nada más buscar la reconciliación familiar o social, para suavizar dolores por pérdidas físicas o exacerbar sentidos para esconderse de las faltas u omisiones.

¿Dónde celebran las posadas, cantan los peregrinos y se preparan para renovar creencias, con el propósito de sobrevivir otros doce meses? ¿Cómo festejan los que pueden mucho, y los que apenas reúnen lo suficiente para permitirse recordar que son humanos poseedores de sentimientos, pero también de resentimientos? Transitamos durante unas semanas durante las cuales siempre hay más preguntas que no gustamos de hacernos, y nunca existen las respuestas adecuadas a la ausencia de empatía.

Nada más preciso para explicarlo que la canción vernácula: Diciembre me gustó pa’ que te vayas. Que sea mi cruel adiós tu Navidad. Los mensajes de amor y paz fueron sepultados por guerras mundiales, genocidios, terror nuclear, guerra de usura, explotación, carestía, hambre, engaño por la palabra, deformación moral de la sociedad propiciada por los gobiernos que prometieron rescatarlas, pero más las envilecen, cuando menos a esa parte que a ojos cerrados acude al llamado del líder.

Fiestas decembrinas. ¿Cuál puede ser hoy su significado en Ucrania, en África del norte, entre los estadounidenses que no tienen hogar o perdieron familia durante los tiroteos, o entre los deudos de los desaparecidos en México, las víctimas de la violencia, los inmigrantes varados, humillados y despojados? Imposible conocer del estado de ánimo.

Pienso ahora en la parábola del mendigo a las puertas de la casa del rico, que muere soñando poder alimentarse con las migajas que caen de su mesa. Evoco esa idea necesaria de dar de beber al sediento, y me es imposible separar las necesidades físicas de las del alma. Saciar el hambre equivale a saciar el deseo de conocer, saber, enterarse, pero ahora se empeñan en fortalecer la ignorancia. Así, ¿cuáles fiestas decembrinas?

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