Por Julio Santoyo Guerrero

Al río le está faltando vida con el paso de los años. La cuenca del Curucupatzeo, afluente principal de los ríos Carácuaro y Balsas, ha venido decayendo sin que se pueda saber cuándo parará.

El presente y futuro de Nocupétaro, Carácuaro y Madero, dependen de la vitalidad del río y su cuenca. La prosperidad de los cultivos y la ganadería de los pobladores de esta vasta zona está determinada por la cantidad y calidad de sus aguas, la subsistencia de su fauna y el equilibrio entre pobladores y naturaleza. Sin embargo, de ser un cuerpo de aguas permanentes, que se imponía a las temporadas secas, ha devenido en un pobrísimo escurrimiento que presagia malas noticias.

La decadencia de la cuenca se ha agravado por la sequía mayor de este año. Las actividades agroforestales ilegales que implican la tala, el cambio de uso de suelo y la apropiación abusiva de las aguas en las tierras altas, ha agudizado los efectos del mal temporal en la tierra caliente.
El bucle de degradación ambiental representado por actividades productivas que implican altos índices de extracción de aguas, derribo de bosques, cacería de fauna y contaminación, alimenta de manera creciente el círculo destructivo de lo que queda del Curucupatzeo.

Bosques, como los del Ahijadero en la zona oriente de Madero, que poco habían sido tocados por la voracidad viven ahora un proceso de feroz afectación; la extracción de fauna silvestre para su comercialización, como la iguana y el venado, está poniendo en riesgo el equilibrio de la población de estas especies. Desde Platanalillo hasta San Diego la población de iguanas ha decaído de manera notable, y no para saciar el hambre familiar de los pobladores, sino para el comercio masivo.

Los tiempo de esplendor del Curucupatzeo han quedado muy atrás y sólo se conoce por la crónica de los ancianos. Los relatos actuales destacan la preocupación por su muerte progresiva, son la narrativa de su declive.

El arrasamiento de bosques y aguas en las tierras altas de Madero para el cultivo del aguacate, en donde ocurría la mayor parte de las recargas de agua, gracias a la densidad del arbolado de pino, encino, madroño y otras especies, ha pasado ya la factura a la estabilidad de toda la cuenca.
Sin embargo, remediar los daños ocasionados va mucho más allá de las reforestaciones que de manera regular propietarios de predios boscosos participantes de Área Natural Protegida (voluntaria) y otros ciudadanos realizan de manera entusiasta.

Pero contener y revertir esta tendencia letal no basta con el modesto esfuerzo de los ciudadanos. Ahora urgen políticas de mayor alcance, transversales e inclusivas, que tengan como claro propósito detener de una vez por todas el crecimiento de la mancha aguacatera y frenar de manera absoluta la tala ilegal, el cambio de uso de suelo y el desvergonzado robo de aguas.

La cuenca del Curucupatzeo, como ocurre con otras cuencas en las que se ha expandido el cultivo ilegal de aguacates en Michoacán, debe contar con una política ambiental y económica a cargo de los gobiernos, que privilegie su recuperación vital y priorice el derecho a la vida de sus pobladores a través de sus cultivos tradicionales y ganadería.

Es desoladora la imagen de cientos y miles de hectáreas de bosques calcinados, de decenas de cabezas de ganado muertas por la falta de agua, de miles de metros cúbicos de madera talada ilegalmente yaciendo en los márgenes de los caminos. Todo esto es causal de pobreza, porque quienes de ello se benefician no son los pobladores sino los agentes voraces que actúan desde la ilegalidad y protegidos por la corrupción de algunos malos servidores públicos para quienes aplica aquello de ¿quién ha dicho que la ley es la ley?

El Curucupatzeo sigue imparable su marcha de degradación la que inició hace años con la llegada del productivismo altamente rentable y extractivo al margen de todo criterio de sustentabilidad, excluyendo todo respeto a la naturaleza que es nuestra casa.
La urgencia de que los gobiernos municipales de Madero, Carácuaro y Nocupétaro, principales beneficiarios de los dones de la cuenca del Curucupatzeo, acuerden una agenda común para su defensa y recuperación, no puede ser aplazada más que a riesgo de incrementar los costos y el sufrimiento de sus pobladores.