Por Julio Santoyo Guerrero

El mayor problema que se tiene para reconocer con objetividad la salud o deterioro del medio ambiente radica en la disponibilidad de datos y de instrumentos de interpretación.

La escasez o ausencia de información representa un obstáculo para la construcción de diagnósticos y como consecuencia para el diseño de políticas que deben privilegiar acciones estratégicas y puntuales.

Por ejemplo, si Michoacán no cuenta con información precisa por región sobre los sistemas instalados para los usos de agua no se podrán prevenir acciones para evitar, por ejemplo, crisis sociales por el acceso al agua ni prever afectaciones climáticas o daños a los ecosistemas.
De igual manera, si Michoacán no cuenta con información precisa y suficiente para diagnosticar el estado de sus bosques, las causas de su desaparición o degradación, tampoco se podrá actuar con medidas eficientes para contener o revertir.

Sin información es tanto como caminar a ciegas y responder, como suele decirse, a bote pronto. La información pormenorizada por sí misma es ya un gigantesco paso que nos permite a todos encender alarmas a tiempo en donde debe hacerse, por lo contrario, la ausencia de ella impone un estado de “normalidad” destructiva y de impunidades toleradas.

Un campo estratégico de la política pública ambiental es el de la construcción de un sistema general de información en temas críticos como el del estado de los bosques, el agua y el uso de agroquímicos nocivos para los ecosistemas.
La cuestión de los bosques debe incluir la magnitud del cambio de uso de suelo, los incendios forestales, los aprovechamientos legales e ilegales de madera, la resina como medio de vida y sustentabilidad ambiental.

El agua tendría que implicar información plena sobre todos los aprovechamientos legales, ilegales y los no regulados.

Los productos químicos, autorizados y no autorizados, usados para la producción agropecuaria y los riesgos de cada cual, además de sus efectos ecosistémicos, son rubros que debería contener la información sobre esta materia.

Los michoacanos solemos reconocer que la fuente mayor de nuestra riqueza radica en bosques y aguas, cuestión que debería reflejarse en un sistema de información pleno y dinámico sobre el estado de estos recursos para determinar su manejo sustentable. Es lamentable que no sea así. Este es un descuido que hemos arrastrado históricamente y que debería saldarse de manera urgente. Si esta tarea se sigue posponiendo es probable que lleguemos al día en que deba hacerse el inventario de las ruinas que nos quedan.

En Plan de Desarrollo Integral del Estado de Michoacán (Pladiem) 2021-2027 se asume que “la vida pública debe ser cada vez más pública” (y la información es la sustancia de lo público), dicho que justifica las exigencias ambientalistas para que los michoacanos tengamos un sistema informativo vasto, de la generalidad y la particularidad, sobre el estado de la naturaleza que permita ajustar políticas.

En días pasados se dio a conocer al gobierno de Madero y a ambientalistas los avances en la construcción de un Atlas sobre la cuestión forestal que mucho ayudará a comprender los fenómenos de degradación de bosques por el crecimiento de la mancha aguacatera y también de recuperación boscosa por la acción conservadora de algunos ejidos y abundantes pequeñas propiedades. El instrumento será de gran valor para la toma de decisiones de política ambiental local.
Semejante acuerdo entre el gobierno municipal de Madero y la Cofom (en el que este municipio es pionero) debería multiplicarse en todos los municipios, al menos en lo inmediato en los más afectados por el cambio de uso de suelo y malas prácticas forestales.

Algo semejante debe ocurrir con la cuestión del agua. Si en el mismo Pladiem 2021-2027 se diagnóstica que “la siguiente crisis será la disputa por el agua” en consecuencia debe obtenerse una radiografía muy fina de esta problemática, radiografía que se construye con andanadas de información.
Necesitamos información para que lo establecido en el multicitado Pladiem derive en acciones. Si ahí se reconoce que “el crecimiento económico le arrebató la dignidad a la naturaleza, el medio ambiente ha sido un tema descuidado y olvidado en Michoacán. Se ha colocado a la política ambiental como resarcitoria de la sobreexplotación de los ecosistemas por un modelo desarrollista sin límites, en el que la riqueza económica era sinónimo de destrucción ambiental…”, entonces se debe actuar en consecuencia. Las preguntas son cómo, con qué, cuándo y con quién.

Por lo pronto el modesto avance presentado en Madero apunta en una dirección esperanzadora en materia de información.