Por Antonio TENORIO ADAME
SEGUNDO DEBATE; ¿INTEGRACIÓN SOBERANA?
En días recientes, el presidente Andrés Manuel López Obrador declaró a favor de: “seguirnos integrando a los Estados Unidos”, lo que significa integrarnos como Nación a otra, lo que pone en juego la soberanía nacional.
Los dichos presidenciales no recibieron comentario alguno, en consecuencia, a fin de evitar que el silencio se interprete otorgamiento, es obligado reflexionar.
Minorías reclaman equidad.
El segundo debate entre los candidatos a la Presidencia de la República giró sobre el desarrollo sustentable, a partir del crecimiento económico, empleo e inflación, infraestructura y desarrollo, pobreza y desigualdad, y cambio climático, tal como corresponde a la realidad neoliberal establecida por el Tratado Económico México Estados Unidos Canadá, TEMEC.
En ese entorno, el Jefe del Ejecutivo al asumir las ventajas de la integración al extranjero lo condicionó al rechazar “imposiciones y espionaje”, y reclamar la falta de una “política de buena vecindad”. A la vez, fustigó con “no permitir ser absorbidos, por lo que no vamos a ser Estado asociado, ni mucho menos una colonia” reafirmó con contundencia.
Desde otro contexto, se advierte que el Presidente ha manifestado su inconformidad por el trato que recibe en medios de prensa yanqui, en cuanto a involucrarlo con aportaciones de narcos en el financiamiento de su campaña electoral, o más reciente con el informe estadounidense de Derechos Humanos, donde no se registran avances en su protección; la respuesta del Presidente muestra su inconformidad con las Agencias del Gobierno estadounidense, sin que sea obstáculo para que declare ser amigo a Donald Trump, quien ha llenado de insultos a migrantes mexicanos.
La expresión del. Jefe de la Nación, por tanto, es una manifestación política enmarcada por la emoción, no corresponde a un Estadista, resulta insuficiente ante las inercias integradoras del mercado que afectan los controles de seguridad nacional, o a las envolventes decisiones de los organismos supranacionales que compiten con el orden soberano.
En definitiva, la integración espacial corresponde a un proceso caracterizado por el trato de equidad y la cooperación de subsidiaridad que permita que los Estados participantes en el proceso de integración abatir sus desigualdades hasta llegar con el tiempo a ser iguales en niveles de desarrolló, lo que a la vez apertura la vía de la integración política donde las cesiones mutuas de “soberanía” son correspondidas con una “soberanía común compartida”, abriendo la posibilidad de acceder a la “unidad comunitaria de un espacio continental”, donde sus ciudadanos son sujetos de los mismos derechos constitucionales.
Respecto al TEMEC, éste sólo es un acuerdo comercial, aduanero, que se limita a regular la movilidad de mercancías, capitales, factores de la producción excluyendo la mano de obra, que sujeta a los controles migratorios, pero sin obtener ninguna compensación legal ni social, por su contribución a la formación del Producto Nacional; por el contrario, es sujeta a una presión de exclusión, despojo social, y desarraigo.
El mandatario mexicano sabe lo que no quiere, aunque su visión corresponde a una realidad que no corresponde a las asechanzas del presente, desde donde se avizora ya el mundo hacia el que nos enfrentamos irremisiblemente; los formatos de colonialismo o de Estado asociado son modelos de dominio del pasado; ahora se trata de un modo de asimilación, donde los grados de interdependencia se aplican con inequidad para mantener la desigualdad creciente.
La “política de buena vecindad” del presidente Roosevelt emerge como un paradigma en la mentalidad de AMLO; sin embargo, su funcionalidad representa diferencias mientras que fue una respuesta al fortalecer de la seguridad nacional de los Estados Unidos en su frontera con México de resguardar durante la segunda guerra mundial. No olvidar durante la Guerra Fría la sentencia de Henry Kissinger: “no permitir un Japón al lado de la -frontera”.
Los tiempos cambian.
El TEMEC no es un proyecto de integración sino asimilación, donde las ventajas y logros del desarrollo se comportan de manera desigual e inequitativa a favor de la Unión, lo que mantiene los niveles crecientes de asimetría desigual; o sea, el grado de desigualdad tiende a mantenerse de manera creciente.
Tanto el presidente López Obrador como el equipo de campaña de Morena, dan por sentado el mantener y ratificar el TEMEC, para admitir ajustes de su revisión; sin embargo, pasan por alto la cesión de soberanía que se otorga, como dan por descontado que esas atribuciones del Presidente en materia de política exterior es de su competencia.
No obstante, se trata de un convenio que rebasa los parámetros diplomáticos al afectar los principios de soberanía nacional, que no son atribuciones del Ejecutivo, por lo que el sujeto de su competencia es la Nación, como señala el artículo 39 de la constitución de los Estados Unidos Mexicanos, el pueblo de México.
Por tanto, cualquier negociación que modifique el TEMEC debe ser sometida por medio del plebiscito a la voluntad afirmativa o rechazo de los ciudadanos mexicanos, lo que vuelve inadecuada la sentencia presidencial de “seguirnos integrando”, porque la decisión es del pueblo.
Efectos Constitucionales ante el Segundo Debate??????.
Los resultados esperados entre candidatos ?del segundo debate no darán un cambio en las tendencias de las encuestas, tan aceptadas en el electorado; por otra parte, la televisión es un medio que privilegia el espectáculo y el entretenimiento, alejada en la reflexión necesaria para valorar el compromiso de los candidatos.
Por último, el bienestar social depende de las relaciones del mercado y las políticas reguladoras, donde destaca la creación de empleo, que es determinada por el sistema económico, como ocurre con el TEMEC, donde el país se encuentra sujeto a sus límites y alcances, como ha sido descrito aquí ningún candidato en sus disertaciones rebasaron sus condiciones ni ofrecen alternativas.
En lo determinante del Tratado son decisiones inclinadas al interés externo, es necesario a más de ampliar los márgenes de negociación que el acuerdo de aceptación debe ser por medio del plebiscito, donde el soberano, o sea el pueblo, manifesté su libre aceptación.