Por Daniel Ambriz Mendoza

Independientemente de las apreciaciones personales y de los enfoques teóricos, México dio un paso más en su historia, llevó a cabo las elecciones para elegir a su presidente de la República y más de 18 mil cargos a lo largo y ancho del país, entre ellos 500 diputados federales y 128 senadores, con violencia sí, 48 candidatos a diversos cargos y de varios partidos políticos fueron asesinados, con descalificaciones y guerra sucia también, los candidatos se dijeron de todo, pero al final de la jornada hubo un resultado inobjetable, de los 89 millones 123 mil 355 ciudadanos mexicanos con derecho a votar, 30 millones 113 mil 483 votos, el 53.19% de la votación total válida, le favoreció al Lic. Andrés Manuel López Obrador, candidato de la coalición juntos haremos historia.

Para el Lic. Andrés Manuel López Obrador es un gran reto, pero no solo eso, ahora tiene un gran compromiso con la nación, él lo sabe, por eso se le ha visto una transición respecto a su actitud de cuando era candidato a la observada en la actualidad como presidente electo, antes era candidato de unos y ahora es presidente de todos. Su actitud como presidente electo es institucional, propia de un hombre de Estado y es obvio que muchas promesas de campaña quedarán en el olvido, fundamentalmente aquellas que carecen de viabilidad, eso no nos debe de asombrar, otras las maquillará y las menos, las más pertinentes y viables, sí las llevará a la práctica. AMLO y su equipo cercano saben que, del total de ciudadanos con derecho a votar, más de 35 millones no acudieron a las urnas, se abstuvieron, y que casi 25 millones de los ciudadanos que acudieron a las urnas votaron por otros candidatos, en suma, no votaron por él más de 50 millones de ciudadanos con derecho a votar.

Pero hay un problema que espero sea superado por el tiempo, esa visión de hombre institucional y de Estado que asume ahora el presidente electo no es del todo compartida por su equipo de campaña y por sus partidarios, algunos de sus correligionarios de origen siguen viendo fracciones y no ven el todo, no logran aún entender que AMLO ya no es su candidato, no comprenden que ahora ya es presidente de todos los mexicanos, hayan votado por él, hayan votado en contra o no hayan acudido a las urnas a votar, eso ya quedó atrás, ahora hay un proyecto de nación que debe ser compartido con todos los mexicanos donde cada quien tiene un rol que jugar con la esperanza de reconstruir el tejido social que ha sido dañado y tener para el futuro un mejor país, más habitable y más justo.

Un problema más grave lo constituyen quienes se sumaron a la campaña de AMLO provenientes de otros partidos o de otros frentes políticos y que en la embriaguez del triunfo hagan alarde de fuerza y con soberbia quieran utilizar las circunstancias para perpetrar venganzas personales o de grupo, queriendo retornar a un pasado que ya fue superado, el presidente electo y su equipo de trabajo deben ser muy cautelosos con estas personas que lejos de ayudarles tratan de entorpecer un proceso de cambio donde se ha ofrecido respeto y reconciliación política, donde es tiempo de sumar y de incorporar al trabajo institucional a todos aquellos ciudadanos u organizaciones políticas que a lo largo del tiempo han contribuido en la construcción del México que todos anhelamos.

Finalmente, al presidente electo de nada le sirve una actitud cortesana de los ciudadanos, la zalamería y la lisonja daña al líder terriblemente, para quien dirigirá los destinos del país, le sirve más una actitud crítica, responsable, analítica y, sobre todo, proactiva. La libertad de expresión de la que gozamos hoy debe seguir fortaleciendo las relaciones democráticas entre los ciudadanos, la censura o la descalificación por sistema no nos llevarán nunca a buen puerto. Es momento de retomar el camino del respeto y generar la confianza en nuestras instituciones. Ayudemos a quien se ha echado a cuestas lo que él mismo le ha llamado: la cuarta transformación de México.