Por Christián Gutiérrez

Las campañas políticas son emocionales.

¿Recuerdas tu primer beso?, ¿Qué estabas haciendo cuando derrumbaron las Torres Gemelas?, ¿Recuerdas tu primera relación sexual?, ¿Qué cenaste el jueves pasado?

Con toda seguridad, respondiste a las primeras tres preguntas, pero a la cuarta no o por lo menos te costó más tiempo encontrar la respuesta.

Esto sucede porque el mejor pegamento para los recuerdos, son las emociones, y los acontecimientos de las tres primeras preguntas, estuvieron llenos de emociones que solo vivimos en una ocasión y con mucha intensidad.

En realidad cenar es tan común que suele ya no tener implicaciones emocionales, de ahí que sea mucho más difícil recordar qué cenamos hace 4 días, aunque sea una fecha más próxima a los acontecimientos de las tres primeras preguntas que seguramente estarán a 20 años o más de distancia.

Así funciona el cerebro humano. Las emociones gobiernan por lo menos el 85% de nuestros juicios y decisiones, por ello es que los acontecimientos emocionales suelen ser mucho más recordados en la mente de las personas que aquellos que no contienen emociones.

Las campañas políticas deberían ser por completo emocionales en términos generales, para ser más recordadas. Claro, no cualquier emoción se recuerda y eso un estratega lo sabe cuando se estudia el funcionamiento del cerebro y la mente humana.

Por último, debo decir que hacer campañas llenas de razonamientos y argumentos no está mal, claro que funcionan, pero no como la gente pensante lo cree. Eso lo explica muy bien la neurociencia aplicada al marketing y a la comunicación.

*El autor es consultor y capacitador, tiene estudios de doctorado en Política, de maestría en Comunicación, de maestría en Neuromarketing, de maestría en Ciencia Política y de licenciatura en Derecho.