Por Antonio TENORIO ADAME
Los augurios para el año 2023 giran en torno a la sucesión presidencial, tanto en su orden orgánico como ideológico. Los primeros corresponden al proceso electoral, los segundos se asientan en la lucha de ideas.
DISCURSOS DE LA NEGATIVA
México inicia el 2003 con los preparativos de la elección presidencial, así como también la Cumbre de América del Norte.
La sucesión presidencial demanda el cuidado de evitar una “elección de Estado”, en tanto la revisión del Tratado de Estados Unidos, México y Canadá se debe evitar que una aspiración de resolver la migración por medio de la integración espacial del mercado conlleva la decisión de comprometer el espacio nacional sin consultar al titular de la soberanía que es el pueblo.
La contienda entre la mayoría oficial de Morena y la oposición “Va por México” se mantiene en términos de la descalificaciones mutuas dentro del esquema electoral, donde el mayoriteo ha fortalecido su posición con la lealtad de un electorado uniformado por medio de las políticas públicas de bienestar.
En consecuencia, la oposición se mantiene condicionada como minoría. El discurso y la movilización corresponden al oficialismo con riesgo de organizar una “elección de Estado”.
Para romper el círculo vicioso de la ilegitimidad de una “elección de Estado” se requiere sujetar el juego electoral, no solo a la igualdad legal sino también auspiciar la equidad en la participación electoral sin exclusiones.
La democracia basada en la igualdad y la equidad refuerza la obligación del cumplimiento del orden constitucional, tanto en el proceso electoral mismo como en la función de gobierno de quienes resulten electos.
La protesta de Ley que rinde el Presidente constitucionalmente electo no se observa, como lo muestran las más de 700 reformas, que el Código de la República contiene desde su formulación el 5 de febrero de 1917. De ellas corresponden una veintena al régimen de Morena.
En tiempos de integración territorial y de mercados corren vientos que amenazan la soberanía del espacio nacional, así como de la seguridad de la nación derivados de la difusa nacionalidad de mexicanos en el exterior.
DISCURSO DE LA AFIRMATIVA
Son tiempos de riesgos constitucionales, ante eventualidades inesperadas y tendencias que parecen costumbres de manosear la constitución al grado de deformarla y distorsionar, se requiere alentar el patriotismo constitucional como un movimiento que aliente el espíritu originario de la constitución. Las ideas preliminares para elaborar un proyecto de patriotismo constitucional se encuentran en sus orígenes, como los siguientes.
El pueblo mexicano dispone de una historia cargada de adversidades y
retos, pero también de logros y victorias. Sus raíces se hunden en un pasado de
esplendor que Tonybee (1985) clasificara entre las grandes civilizaciones
“paternas o filiales”. Son las venas propias que otorgan una identidad entre la
diversidad de la cultura universal.
Los indoamericanos somos un pueblo híbrido, cuyo origen se dio en la
fusión civilizatoria del desplazamiento poblacional católico, pobre, y proveniente
del sur del continente europeo con el llamado Nuevo mundo, poblado de una gran diversidad de comunidades nativas, así también, las sobresalientes culturas
aztecas, maya e inca. El choque de Europa y el continente de Colón fue entre dos niveles civilizatorios desiguales que abrieron el camino al sometimiento de los pueblos originarios a la servidumbre, el dominio territorial y la explotación
intensiva de sus recursos dando paso a la conquista y el establecimiento del
imperio católico de la corona española.
La América indo_ hispana dispone de una identidad mestiza como expresión
cultural, mientras es diversa en su organización social, Bolívar la llamó un
“nación de repúblicas” .
Las luchas sociales que dieron origen a nuestras formas
de convivencia política fueron desgarramientos dolorosos de diversas
confrontaciones bélicas. No solo la guerra de independencia sino contra los
imperios y aún entre los hermanos en guerras civiles.
La colonia nos legó una integración civilizatoria con occidente, aún los
restos monumentales recuerdan las señas de una grandeza espiritual, se
sembraron instituciones que luego con la soberanía se transformaron, otras como la fe sobrevivieron al adaptarse a su nuevo contexto, en tanto que las expresiones culturales adquirieron una nueva dimensión, en especial la palabra.
En el nicho de la palabra es donde el continente indoamericano ha logrado
sus mejores señas de identidad. La dimensión de lo humano se mide por la
manifestación de ideas y pensamientos. El lenguaje es la representación oral de
valores y principios. De formas de concebir el mundo.
Antes que Samuel Huntington (Paidos 2005) enfocara el “choque entre
civilizaciones” como coartada para justificar la nueva cruzada del fundamentalismo del imperio contra el Islam que permita la guerra del despojo de recursos energéticos, y antes, el choque civilizatorio se forjó en el establecimiento de los imperios del Atlántico en América: la alta civilización indígena se fundió a la europea para dar paso a la cultura mestiza.
El mestizaje de la palabra queda como instrumento de la resistencia y de la
diferencia cultural entre el dominio del imperio y la expresión libre de la ideas de
un continente desmesurado en busca de su cauce.
Las heridas que propinó Europa durante sus tres siglos de dominio colonial
solo se han cerrado en los momentos en que la América mestiza, fuera capaz de
fundir sus valores humanos. Las catarsis de las grandes rupturas del pasado son
cicatrices que sanan las heridas, es el ejercicio de confrontar el pasado con
previos actos de reconciliación, donde el arrepentimiento madura en el perdón y
en el olvido.
México dispone de una historia señera, como otros pueblos más, se
distingue porque en su recorrido por el ayer hubo dos instantes de fundición,
conciliación, y redención, tal fue: la obra cultural de las misiones del evangelio
que rescataron la obra cultural de los indígenas; la otra, ocurrió con la llegada de
los refugiados de la guerra civil española.
Con la fundición de la cultura de México y España, se creó la patria de la
palabra. Se constituye como capital, aquí reside el mayor número de hispano
hablantes. También la expansión hacia los EEUU le da la dimensión de un idioma en crecimiento y resistencia frente a la discriminación y racismo. Dimensión de lo universal.
El patriotismo y la libertad son inseparables. . El patriotismo del que hablamos no se refiere, en consecuencia, a un determinado texto constitucional en su
literalidad, sino a los valores y principios democráticos que contiene al otorgar
condición universal de en ciudadanos. Dentro de ese entorno, la patria une el
anhelo moral de los mexicanos.