Antonio TENORIO ADAME

Por Antonio TENORIO ADAME

El presidente Andrés Manuel López Obrador mostró, durante el ejercicio de su mandato, una gran capacidad como estratega electoral, así también descubrió sus flancos débiles al reconocer que para alcanzar la aprobación de sus iniciativas de reformas constitucionales se requiere de contar con una mayoría calificada de dos terceras partes del Congreso.

El Discurso de la Minoría

En el segundo período de su ejercicio no dispuso de suficientes legisladores que le dieran paso a sus reformas constitucionales principales, entre otras, la de energía, la unción de la Guardia Nacional al Ejercito, o las de nuevo orden del INE.

De esa gran experiencia aprendida, el Presidente proclamó como un objetivo más de la elección del año próximo ganar la mayoría constitucional del Congreso, teniendo como meta 31 millones de votos, a diferencia de Claudia Sheinbaum que fijó la meta en 36 millones de sufragios a favor de la coalición.

Ya se conoce la decisión de retiro del gobernante tabasqueño de al término de su periodo sexenal, no así de 471 diputados y otro tanto proporcional de senadores que por distintas vías muestran sus deseos de ser reelectos.

La reelección es el “mantra” de la élite política, pero a su vez el “muro de contención” de aspirantes al cargo en la militancia, una “imán” que atrae a chapulines, y oportunistas de toda laya que buscan saltar de “porristas”, a legisladores con fuero y nomina.

Se inicia el “año cero”, “la Partidocracia ha muerto, Viva la Partidocracia”. Una nueva estructura electoral se encuentra en proceso de formación, o de aglomeración, donde acuden los vetustos militantes de la diversidad partidista.

La selección de presuntos aspirantes a la contienda como diputados, o senadores federales o locales, así como alcaldes o municipios, dejará a la “fauna de acompañamiento” sobre la base de la “lealtad” que equivale a sometimiento a toda prueba, antes que capacidad o eficiencia, para lograr una fracción de total fidelidad.

El dilema es cómo conservar la unidad si todo partido por excelencia es un instrumento de poder autoritario o antidemocrático; la unidad se mantiene por encima de la desafección o discrepancia con la identidad de partido como escudo, o la ideología como expresión de clase o alineamiento ideal, o con el ejercicio de la tradición corporativa en vinculo del poder, claro también con dádivas y estímulos pero sólo por cierto tiempo, como todo con los años cambian.

La “Ley del embudo” será la dominante en la selección de candidatos del partido más nutrido con 21 millones de electorado posible.

En la sala de espera de candidatos al Congreso sobresale la aspiración, primero, de 471 diputados de la LXVI Legislatura que aspiran a la reelección, no obstante de acuerdo con la normatividad vigente sólo 20 por ciento de una Legislatura la obtendrá.

En consecuencia, 400 son rechazados y 100 aprobados, lo que significa que en aquellos Distritos donde se inscriba un legislador con derecho a competir en reelección, se menoscaba la oportunidad para que un aspirante de nuevo cuño se inscriba.

Los Consensos de la Mayoría

Existe otro tamiz que reduce las oportunidades a los suspirantes novatos, tal es el establecimiento de las acciones afirmativas por el Consejo anterior que, con el Instituto Nacional Electoral, protege los derechos electorales a los Grupos Vulnerables al introducir en la ley que 50 candidaturas se reservan con fórmulas de 30 a pertenecientes a pueblos originarios, o 3 para afromexicanas, 2 a minorías de genero, 2 individuos con alguna discapacidad, las cuales van acompañadas con lugares preferentes en las listas de plurinominales.

Los ajustes impuestos por una reforma electorera, pero encubierta con la zapa de la equidad, no corresponde a la representación.

Muy lejos de ello, la deforma y simula.
Además de reducir las opciones de renovación, con ello cerrar el paso a nuevos elementos con reflejos diversos y actualizados.

La reelección del Congreso opera desde el monopolio de las plurinominales destinadas al “aparato” de los partidos, son ellos los dueños del 40 por ciento de la representación nacional (200 curules).

A los que se añaden cien curules de reelección y 50 de “acciones afirmativas”, por lo que se ofrecen sólo 150 de las diputaciones.

Se trata de un proceso reduccionista y de regresión para ser comparado con las Legislaturas anteriores a la LI Legislatura de un tamaño de 150 miembros.

La reforma de la L Legislatura, 1976, abrió el Congreso a partidos estigmatizados y sujetos a represión de la Guerra Fría. La LOPPPE ofreció una diversificación ideológica, ademas de saldar el deficit del autoritarismo volcado en masacre de Tlatelolco. Fue un parteaguas.

Los cambios en la codificación electoral han cerrado espacios a los aspirantes, lo que se traduce en el rechazo e inconformidad y, en definitiva, en su deserción o cambios de partido.

La LXVI Legislatura es la primera que se reelige, los favorecidos con una segunda oportunidad de ser electos en sus distritos obtendrán un refrendo a su trabajo, los otros restantes serán reemplazados.
El trabajo legislativo de la Legislatura aludida no ha sido evaluado, al parecer pasará sin tocar “baranda”, según cansones del billar.

Por Disposición Constitucional

Son un cúmulo los escándalos y actos grotescos, a más de ridículos, cantar las mañanitas al Presidente, o declarar a coro Gobernador a líder de Morena, sin duda fallas mayores fueron subordinar al Congreso al aprobar iniciativas de quien juro acatar la Constitución y promover iniciativas inconstitucionales, “sin cambiar una coma”, como exigía el mandante, una actitud más de humillación que de subordinación.

Un reclamo mayor se revelo con las acusaciones mutuas de traidores, de mayoría a oposición, y viceversa, sin advertir que leyes provenientes de traidores son ilegítimas.

Un daño mutuo aplastado por la pasión y el odio.El Congreso dejó de ser un cuerpo colegiado fraterno de la diversidad y libertad de pensamiento, para convertirse en eco de resonancia de propuestas de partido.