Morelia, Michoacán, a 21 de abril de 2019.- Fueron cuarenta años de violencia. Ya no más. A Rufina le costó trabajo entenderlo y lograrlo, pero lo hizo y hoy su vida es otra: no importa la edad, ocupación o tu estatus social, la felicidad es un derecho de todas las personas.
Esa es hoy la premisa de vida de Rufina, quien tras décadas de vivir violencia en su hogar, un día se armó de valor y puso un alto a los malos tratos a los que era sometida cada día.
Después de 40 años de vivir diversos tipos de violencia, al contar su historia todavía se truena los dedos, se agarra el cabello como en señal de desesperación y desvía su vista, tratando de no recordar.
“No quería decirle a nadie que me trataba mal, pero llegó un momento en que ya no me aguanté y tuve que salir de esto, y ahorita me siento muy bien, y yo digo que sí se puede salir de esta situación, desde que yo me casé me trataba muy mal”, expresa.
Pero Rufina también sonríe, porque sabe que a pesar de todo, hoy se encuentra a salvo, que detrás de la oscuridad hay una luz muy brillante e intensa, y que el túnel no es infinito.
“Ni un día más”, son las palabras que repite constantemente, las mismas que se decía cuando se encontraba en su casa, esperando que los tragos amargos pasaran, y poder encontrar una solución a sus problemas.
La llegada al CJIM
Tras años de ir de un lugar a otro buscando ayuda sin tener éxito, callándose por temor a que no le creyeran, de algo se ha convencido: “el que no busca, no encuentra”, y esa inquietud la llevó a las puertas del Centro de Justicia Integral para la Mujer (CJIM), de la Fiscalía General del Estado de Michoacán (FGE).
“Yo vine aquí porque fui una mujer violentada y pues yo pedí informes para ver quien me podía ayudar”, cuenta Rufina.
Su historia, es una más de las muchas que se cuentan en los pasillos CJIM, donde especialistas en diversas materias brindan apoyos integrales a mujeres víctimas de violencia, su historia es una más que se da a conocer, pero también una de muchas que poco a poco se acerca a un final feliz.
“Me ha gustado todo lo que nos han enseñado, he aprendido a quererme yo misma”, cuenta Rufina, quien tras poco más de 7 meses ha podido ir superando estas etapas de su vida pasada.
Ella sabe ahora que la violencia no es normal, que nadie debe estar por encima de los demás y que el respeto y la felicidad son derechos a los que todas las personas deben acceder.
Pero no solo eso, para ella, lo más importante es que ahora ha logrado obtener herramientas con las cuales puede ayudar a más personas. En el CJIM, Rufina ha recuperado su confianza y sus deseos de salir adelante.
“Yo pienso que uno debe pedir ayuda para que nos saquen de todo esto, aquí sí se puede, aquí fue donde yo tuve ayuda, nos han tratado muy bien, todo el personal”, expresa Rufina, quien tras su paso por el CJIM, se ha convencido de algo muy importante para ella, “he aprendido que la violencia no se puede ocultar y que hay justicia para quienes somos víctimas”.
“Yo invitaría a otras personas para que vengan aquí, que acudan a este lugar, porque si ayudan y sí se puede”