Escribe: Javier Lozano

Si reflexionamos con mucho detenimiento, podemos detectar que el comportamiento de Laura Zapata durante su trayectoria artística, ha sido descortés, insolente, desatinado, indigno y clasista. No puedo evaluar su desempeño como actriz, porque siempre ha vivido de la sobra de su hermana Thalía. Asimismo, no soy un especialista en espectáculos que pueda emitir un juicio determinante para expresar una concepción de esa magnitud. La premisa que fundamento, la ubicó dentro de un contexto mediático que hemos podido percibir, cuya narrativa es vulgar y soez.

Independientemente de la identidad y los lazos doctrinarios que parecen inherentes al panismo, o de igual forma, al binomio Calderonismo que se ha autodenominado como la única alternativa de un contrapeso para realizar un frente al dominio popular que posee Andrés Manuel López Obrador. Laura Zapata, al igual que un bloque de oposición, están invadidos por un odio irracional que difunden con toda naturalidad, porque patológicamente, han demostrado la discriminación que es engendrada por una serie de declaraciones e insultos que desde mi óptica, han traspasado el límite del respeto. Esto, es perceptible a todas luces, ya que echan andar pronunciamientos clasistas que despiertan la inquietud marcada por esa diferencia de clases que tanto ha dañado a nuestro país, en una realidad manifestada por la desigualdad social.

Esa manera de darle un efecto a las declaraciones, despiertan esa incapacidad que desaparece por una base de principios endebles. Algunos, podrán disentir de un proyecto político como la cuarta transformación, es natural, vivimos en un país plural y democrático; pero llamar “Malditos todos y su descendencia”, refiriéndose a la familia del presidente López Obrador y, el nacimiento de su primer nieto, no solo es una ignominia, sino, es inaceptable que en estos tiempos donde evidentemente se le esté apostando al ejercicio educativo, precisamente para resarcir el enorme daño que tiene el tejido social, persista el discurso polarizado de esa envergadura.

Puede haber un límite entre las diferencias políticas de los partidos, pero elaborar una lingüística intolerante y de exclusión, solo habla de los pocos principios como ciudadana. Esta falta de semejanza, ha sido la consecuencia simplista de una actriz que se ha empecinado a arremeter con algunas figuras del esquema Lopezobradorista; finalmente, es fácil descifrar que Zapata, se guía por esa palanca que ha hecho posible insultar, denigrar, fabricar; incluyendo asimismo, el clasismo como el engranaje inflexible que obedece a una escala irracional, que ha constituido el motor para polarizar: a una sociedad por ciertos prejuicios que han llegado verdaderamente a vilipendiar por esa identidad narcisista que ha ido trascendiendo y, que tristemente fomenta el trato desigual.

Desafortunadamente, ese momento pudiera ser incómodo para un mandatario que ha enfrentado una ofensiva frontal de todos tipos de artimañas que han tratado de marchar su honorabilidad; pero maldecir inescrupulosamente, forma parte de un discurso que debe ser señalado como racista. No causa estupor que estas palabras salgan de una actriz que ha estado siempre en los reflectores por un modo tan particular que ha adoptado; sin embargo, con esa acción, pierde la credibilidad y la decencia. Laura Zapata ya había esbozado algunos comentarios denigrantes,

empero, esto manifestó plenamente que la frustración desmedida que perciben por el ejecutivo federal, puede trasladarse aún escenario que identificó la apreciación de una etnicidad y discriminación de género. Seguramente en la (mañanera), pasará desapercibida la acción porque el presidente coincidirá con mi concepción: “este no es un tema trascendental, que tenga que poseer resonancia”. Ya bastante daño se ha perpetrado en el país con la inclusión y tantos fenómenos de intolerancia, segregación y desigualdad para escalar un mensaje que fue replicado por una oleada de contención de una base social que ha dado legitimidad y popularidad al fenómeno Lopezobradorista.

Se puede decir que está narrativa no sorprende, llegando de una actriz que posee una pedagogía de un nivel educativo bajo; al menos, eso es lo que demuestra en sus comentarios. Asimismo, esto por supuesto que no inquieta a la familia del presidente, porque representa una acción tradicional, que ese tipo de personajes se conduzcan por un sendero indecoroso. Hay temas más medulares, coincido. Pero, no podemos soslayar que fue un hecho desagradable y clasista.