Por Hugo Rangel Vargas

En las clásicas bravuconadas que Donald Trump esgrime a través de sendas ráfagas de tuits, durante las ultimas semanas ha hecho anuncios que han agravado la incertidumbre de los actores económicos a nivel global, como producto de la agudización del duelo comercial que sostiene la potencia norteamericana con el emergente potentado de China.

El día 6 de mayo Trump tuiteó: “Con China perdemos 500 mil millones de dólares por año. Perdón, no lo vamos a seguir haciendo”; mientras que el martes 14 de mayo escribió: “Ahora somos una economía mucho más grande que China y hemos aumentado desde las elecciones de 2016. Somos el cochinito que todos quieren romper y del que todos quieren aprovecharse. Ya no más”.

Estos señalamientos hechos a través de redes sociales han sido acompañados de medidas de política comercial, tales como el incremento de los aranceles a productos de importación chinos de 10 a 25 por ciento, o medidas restrictivas a las compras que los estadounidenses realizan a empresas tecnológicas chinas acusadas de supuesto “espionaje”. El gobierno del país asiático no se ha quedado cruzado de brazos y ha anunciado que a partir de junio incrementará los aranceles a productos como el gas natural o los vegetales congelados provenientes de Norteamérica.

Las medidas proteccionistas de Trump tocan, de forma esquizofrénica, también a sus socios comerciales como México o Canadá, y el gobierno mexicano ya anunció represalias arancelarias si los norteamericanos no retiran el impuesto a las exportaciones de acero y aluminio.

Los efectos nocivos no han sido menores, incluso para la propia economía norteamericana. Pekín ha dejado de importar grandes cantidades de bienes provenientes de los Estados Unidos como el gas licuado. El índice accionario Dow Jones cayó el lunes pasado en 2.4 por ciento luego de conocer las medidas comerciales que estaría por adoptar el gobierno chino y el comercio a nivel global, que se había expandido a una tasa del 4 por ciento en 2017, se desaceleró el año pasado y apenas creció en un 2 por ciento, amenazando con tener una contracción en el presente año.

Pero detrás de las determinaciones del magnate norteamericano devenido a presidente (mismas que, hay que decir, no son compartidas por una parte de las altas esferas de su propio partido), se encuentra el cálculo electoral del nacionalismo y el proteccionismo como salvaguarda retórica en la coyuntura política que se avecina allende el rio Bravo.

La agresividad de Trump frente a un “mundo ávido de arrebatarle los empleos, los dólares y la prosperidad a los estadounidenses”; ha sido un recurso muy rentable para el republicano que se enfila a la reelección.

“China SUEÑA con que Joe Biden el aletargado o cualquiera de los otros resulte electo en 2020. ¡Les ENCANTA estafar a Estados Unidos!” señaló Trump en uno de sus múltiples tuits del pasado fin de semana. Y es que sus adversarios demócratas han utilizado la guerra comercial con China para arengar al electorado estadounidense en contra del mandatario y sus errores de cálculo.

Sin embargo, el uso retórico del nacionalismo podría tener un fin cuando se vea el impacto del proteccionismo en los consumidores estadounidenses quienes terminan pagando el costo de los aranceles a las importaciones. Ahí, quizá nuevamente veamos al Trump pragmático, que cambia de punto de vista intempestivamente en favor de la conquista de sus objetivos.
Twitter: @hrangel_v