Por Daniel Ambriz Mendoza
El desencanto se da cuando no hay motivación;
cuando faltan incentivos, estímulos internos y externos; cuando la unidad en la acción no está ligada a la toma de decisiones, ni a la distribucion plural del trabajo, ni a la forma de elegir a quienes nos representan, etc.
Hay desencanto cuando hay imposición, cuando no hay identificación con los propósitos de una lucha… desencanto ante la falta de liderazgo o cuando el liderazgo nos lleva al precipicio.
Las minorías no se desestiman porque su tendencia siempre será a un día ser mayoría.
Hoy día la inconformidad social, política y sindical avanza de manera subterránea, debilita las columnas como la humedad y reemblandece los cimientos de nuestra finca. Ignorar las minorías apresuraría una caída estrepitosa de quien cree ostentar la hegemonía política. Subestimar a quien disiente cava una tumba, vivir de lisonjas venda los ojos y mata sin que nos demos cuenta.
El desencanto campea ya en nuestras praderas y se infiltró al seno de la sociedad, quiere quedarse a vivir con nosotros a menos que hagamos algo para ahuyentarlo.
No podemos vivir con miedo atados a un fantasma ni casados con el desánimo. ¡Rompamos ataduras!¡Atrevámonos a respirar la libertad!¡Evitemos vivir con miedo!