Morelia, Mich., a 22 de octubre del 2024.- Sergio es un sesentón que experimentó un breve tiempo la muerte y que regresó de ella para vivir a plenitud, esperando que llegue el verdadero día de su partida.
Esta entrevista se realizó vía telefónica, pues se negó a que se le conociera y se le tomaran fotografías para evitar burlas o que su historia no se crea.
Esta anécdota ocurrió hace 23 años, en una calle y colonia cualquiera, en esta ciudad de Morelia.
Sergio recuerda que por un fuerte problema personal que no supo afrontar y no pidió ayuda profesional, pensó quitarse la vida.
Además de la angustia que tenía por el problema, su esposa lo abandonó, lo dejó desolado y su trabajo lo perdió. Tenía dinero suficiente para vivir.
“Para sobrellevar la situación, me puse a tomar sin control. Mi familia, sobre todo mi madre me aconsejaba, pero no escuché y me embriagaba más. Estaba enojado con el mundo, con la gente y con Dios.
Muchas veces me quedé tirado en la calle, en medio del intenso sol o bajo la lluvia. Llegaba a mi casa y seguía tomando sin parar.
Llegaba la madrugada y yo con la cruda y sin nada para curarmela, me salía en busca de alguna tienda que clandestinamente venden alcohol o encontraba borrachos que me convidaban de su bebida milagrosa.
“Me tiré más al vicio porque mi esposa no quiso regresar a casa y como no tenía hijos, pues me sentía como en un desierto”, agrega
Sergio hace memoria y relata que después de un mes de tomar como loco, sin comer, y sin ganas de vivir, decidió acabar con su vida y traspasar el umbral de la muerte.
Llegué a mi casa entrada la madrugada, totalmente borracho. Por varios días había ideado morir. No quería sufrir. Y pensé: “mi familia va a llorar, les va a doler, pero yo voy a descansar”.
Pensé en colgarme, pero me dio miedo el sufrimiento de la asfixia. Ya sé!!!, me cortó las venas. Apenas me salió sangre de una herida superficial, sentí mucho dolor y no seguí. Soy un cobarde que no sirvo para esto!!!.
Qué me atropelle un carro!!!, eso sería bueno!!!. Salí a la calle y los únicos vehículos que pagaban lo hacían tan lento que no me harían nada. Un balazo!!! en la boca o en la sien. no tenia pistola!!!.
Entonces, recordé que tenía pastillas para dormir y anticongelante. Esa, esa era la opción!!!.
Las pastillas me dormirían y el anticongelante, me mataría pero dormido no sentiría nada. No sentiría la hora en que la muerte llega. Eso hice!!!.
“Mire el reloj. Eran las 03:30 de la madrugada de un lunes 25 de junio del 2001.
La hora decisiva
Tomé el frasco completo del medicamento, fueron como unas 20 y medio litro del químico que mezclé con tequila. El era bueno, sabía bien!!!.
Pensé, esto será rápido. Pasó unos 45 minutos cuando comencé a sentir que el estómago ardía. Todo comenzó a ponerse oscuro, sentí como iba cayendo en un agujero.
Quise salir pero no pude. Las fuerzas poco a poco me abandonaban. Pensé en Dios y en su perdón. En un momento pasó toda mi vida. Mis 60 años pasaron como un rayo en el cielo.
Cuando más me sumergía en ese hoyo negro, más quería escapar. No pude. Grité pidiendo ayuda. Nadie me escuchó. De pronto ya no sentí nada.
Posteriormente me ví como en una burbuja de cristal. Arriba se alzaba una superficie azul, las nubes blancas y brillantes. No caminaba. Flotaba.
A lo lejos, vi mucha gente: Adultos, jóvenes, niños, ancianos incluso bebés. Quería ir con ellos, pero no pude, algo me detenía, algo me frenaba. Quería saber quiénes eran, dónde venían y a dónde iban.
Estaba muerto!!!
Nadie ha regresado de la muerte para decirnos lo que hay en ese extraño mundo, si así se le puede decir.
Dice la gente que cuando uno muere, Dios nos encuentra, y nos cuestiona sobre lo que hicimos en vida. Yo no lo vi, Él no me encontró.
La sensación de ese lugar era de completa tranquilidad y paz. Todo era silencio. No había nada. Ni árboles, ni casas, ni agua, ni pájaros. Únicamente la gente que estaba a distancia de mi.
En eso estaba, cuando escuché una voz fuerte que ordenó: “despierta, regresa”.
No sé si fue alguien de aquel lugar o los médicos que me atendían.
Recuerda que cuando llegaron con él al hospital, los médicos informaron a la familia que “yo estaba muerto y que darían aviso al Ministerio Público porque se trataba de un suicidio”.
Sin embargo, algo pasó en mi, cuenta mi hermana.
Una enfermera gritó: tiene pulso, tiene pulso!!!. El doctor incrédulo, contradijo:”no es posible!!!”.
La enfermera insistió: “tiene pulso”!!?. El médico, corrió, checó mis signos vitales y se percató que efectivamente tenia vida.
Así estuve cuatro días en terapia intensiva. De pronto tuve movimientos en los dedos de las manos.
Cuando los médicos me volvieron a revisar, constataron que me recuperaba.
Milagro, es un milagro. Regresó de los muertos!!, explicaron a mi familia.
Abrí los ojos, la luz me lastimaba. Poco a poco me fui acostumbrando. Estaba conectado a un monitor que emite un sonido. Tenia sondas en la nariz y boca. Suero en el brazo y hasta un pañal para que no mojara la cama.
Más recuperado, en la intimidad del hospital pensé y me pregunté: por qué no morí? Serían las oraciones de mi familia?, o simplemente no me tocaba.
En aquel lugar donde me encontré por un breve momento, no sé qué fue. El cielo o me encontraba en un lugar atorado.
Quiénes eran esas personas que vi?, no lo sé. Lo que si sé, es que se me dio la oportunidad de volver.a la vida.
Ahora soy feliz. Me volví a casar, tengo una esposa maravillosa y una hija a la que amo con toda mi vida. Son ellas mi motor, mi mundo mi todo.
No me hago el santo. Aún tomo alcohol, pero ya no es igual. Ahora me emborracho un día y al otro al trabajo aunque me estén llevando los pingos como dice el poema “Por qué me quité del vicio”.
Creo nunca se nos da la suficiente sabiduría para comprender entre el bien y el mal, entre la vida y la muerte, y tenemos que enfrentar una situación como la que yo vivi, cuando morí y regresé para vivir a plenitud rodeado de la gente que más quiero.
Ahora quiera no morir nunca y sin embargo, todos tenemos un principio y un final . Es la ley de la vida.