Por Christián Gutiérrez.

Morelia Michoacán a 14 de junio de 2021.- El comunismo más teórico desapareció hace muchas décadas, quizá nunca se implantó como lo pensó Marx; más bien, lo que se desprendió del comunismo, fue el socialismo, el cual también sucumbió con la caída del Muro de Berlín, que fue un hecho emblemático que materializó la caída de esa ideología política de “hemisferios globales”.

Con la caída del socialismo, Francis Fukuyama pensó que el capitalismo se iría consolidando cada día más en el mundo, sin embargo, las cosas no han sido así. Por el contrario, con la caída del socialismo, apareció la degeneración de la democracia, que ha dañado a varios países del planeta: el populismo.

Piense usted en la Venezuela de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, en la Bolivia de Evo Morales, en la Nicaragua del comandante Daniel Ortega y su esposa, en el Brasil de Lula Da Silva y Dilma Rousseff, en la Argentina de los esposos Kirchner, en los Estados Unidos de América de Donald Trump, y en México, de Andrés Manuel López Obrador.

¿Qué tienen en común estos políticos? Que todas y todos han sido y son populistas; unos, ultraizquierdistas del tercer mundo y otros, ultraderechistas del primer mundo.

El populismo es fácil de identificar, como lo explica Mario Vargas Llosa: es la política irresponsable y demagógica, de unos gobernantes que no vacilan en sacrificar el futuro de una sociedad por un presente efímero.

Piense usted en México y en las acciones de Andrés Manuel López Obrador, para que pueda visualizar cómo trabaja el populismo.

El Presidente de México, “recoge” miles de millones de pesos que antes se aterrizaban en programas y acciones para los mexicanos y se fiscalizaban, y ahora dice que los destina –sin reglas y sin trasparencia- para becas y para regalar dinero a sectores poblacionales que le benefician políticamente.

El efecto de estos recursos regalados es doblemente perverso:

  1. Por un lado, generan dependencia en la gente, que prefiere estirar la mano o esperar un depósito bancario.
  2. Por otro lado, son recursos que tarde o temprano se acabarán, sin que se haya producido riqueza para fondear estos mismos recursos regalados.

Con este ejemplo del Presidente de México, se puede entender en dónde está el verdadero peligro que genera el populismo.

El discurso populista es un discurso que atrapa y encanta a las personas. Es un discurso que apela a los instintos más acendrados en los seres humanos, el espíritu tribal (nos movemos en tribus), la desconfianza y el miedo al otro, al que es de raza, lengua o religión distintas, la xenofobia, el patrioterismo, la ignorancia, la división entre el que tiene y el que no tiene.

¿Por qué cree usted que López Obrador divide a los mexicanos en fifís y no fifís?, ¿por qué cree usted que divide en conservadores corruptos y liberales no corruptos?, ¿por qué cree usted que insiste es que los políticos de antes solo vivían abusando de la riqueza del pueblo mexicano?

En realidad, el discurso del Presidente López Obrador, está pensado para tocar esas fibras sensibles en la mente y en el corazón de buena parte de los mexicanos, sobre todo, de los que menos oportunidades tienen.

Trata de provocar en el pueblo resentimiento, miedo y desprecio hacia los que él llama fifís; inyecta rencor en contra de los ricos, hacia los de clase media, los empresarios y hacia los que han logrado ascender en la escalera social.

Su discurso es populismo duro y puro y está pensado para generar esa división, porque dividir le conviene en el plano político.

Es necesario comprender que el populismo genera dos consecuencias peligrosas para los pueblos del mundo:

  1. En los hechos, los gobernantes populistas toman las riquezas de su país, para atrapar en el presente al pueblo más necesitado y frustrado, aunque en poco tiempo esa riqueza se acabe y los países queden en bancarrota.
  2. Los populistas, utilizan un lenguaje que provoca división, discordia y resentimiento entre ricos y pobres, que son las etiquetas que usa el populista.

Sin duda, el populismo puede ser la destrucción de México.

* El autor es consultor, estudia la maestría en Comunicación, tiene estudios de doctorado en Política, de maestría en Neuromarketing, de maestría en Ciencia Política y de licenciatura en Derecho.

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