Morelia, Mich; a 14 de octubre del 2024.- Dos casos, dos Mujeres, el mismo miedo, una experiencia aterradora que les cambió la vida. Jugaron con la Ouija, sin imaginar el horror que les seguiría por años.

El nombre de una ellas fue cambiado por cuestiones personales, sin embargo, su historia es verdadera, según su testimonio. En el segundo caso se omite.

Ninguna de ellas quiso que la entrevista fuera personal. Fue por teléfono Ninguna de ellas había jugado antes con la Ouija. Todo lo que sabían era por videos que habían visto en Google.

Aquí sus historias:

Hace 20 años, Carla, (nombre ficticio) junto con unas amigas por curiosidad jugaron con la tabla que por poco las mata de miedo.

Recuerda que fue en casa de una de ellas mientras sus padres se encontraban de viaje, aquí en Morelia.

“Compramos cerveza e hicimos palomitas para pasar un rato divertido y darnos valor para entrar al mundo de los muertos y de las almas”, afirma.

“Bebimos, y cuando estábamos medias borrachas comenzamos a jugar”. Risas y nervios se conjugaba en la pequeña habitación.

“Serían como a las 11 de la noche. La noche estaba fría y el viento azotaba la ventana. La cortina se movia violentamente”, detalla.

Fue entonces que Laura nos indicó que pusiéramos los dedos sobre el triángulo. Con dudas mi otra amiga y yo lo hicimos. Me latía el corazón tan fuerte que creí iba a tronar.

“Y para hacer el ambiente más apropiado, prendimos una velas negras y pusimos música pesada, de esa que invoca a los demonios”.

“Mi amiga Laura, la experimentada, invocó y preguntó a la ouija: quieres jugar?

No respondió.

Nuevamente dijo: quieres jugar con nosotras?

El triángulo contestó, “sí”

Incrédula, pensé: “mi amiga movió el triángulo, pero en ese momento sentí que algo me tocó los brazos”. Sentí escalofríos. No dije nada.

“Algo me presionó los dedos en el triángulo. Me dio miedo, pero seguimos con el rito”.

Laura, con los ojos clavados en la tabla, no decía nada. Su respiración eran muy fuerte y agitada.

Laura preguntó el nombre del ente o espíritu que nos contactó.

“Soy Jasir”, escribió, quien se describió como un asesino y ladrón que vivió hace más de un siglo en Europa, y murió asesinado.

Asegura que Carla que Jasir era un ente con mucha maldad, un ser oscuro y diabólico.

El ambiente se transformó de alegre a mucho miedo.

Para Carla, Jasir es un ser malvado que pretendió apoderarse de mi alma, cuerpo y mente.

En eso estábamos cuando se escuchó un gruñido, y unos pasos atrás de nosotras. Quise levantarme pero no pude, las piernas las tenía dormidas, los dedos los tenía pegados en el triángulo como con un resistol invisible.

Mis dos amigas si lograron pararse, se abrazaron, lloraban, gritaban, pero por alguna razón no salieron de la recámara.

“Dios, ayúdanos, en nombre de Jesús, vete”, imploraban y cada que lo decían, se escuchaban pasos.

“Yo me quedé atrapada, no podía moverme. Grité pidiendo ayuda, pero mis compañeras estaban aterrizadas que no se acercaron”.

De pronto, el triángulo se movia como loco, de un lado a otro.
Jasir escribió algo aterrador que no olvido a pesar de tantos años.

“Tienes que matar a tus amigas, te lo ordeno”.

Un subido en los oídos me alteró aún más. Las piernas las tenía trabadas.

El ente me insultaba: “hija de tu perra madre, eres una puta, mierda desgraciada, mátalas”

Mis amigas me gritaron, me decían que me parara, pero yo no podía.

Recuerdo que como pude le pedí que me dejara ir.

No, no, no!!, respondió.

Fue entonces que le pregunté con la voz quebrada de terror:
Qué pasa si te pongo una cruz o un escapulario?

Él contestó:

“Te mato, perra”.

De pronto, una de las velas se apagó y pensé: “esté espíritu me tiene en su poder y no me dejaría ir”.

Una de mis amigas se armó de valor, tomó la tabla y la lanzó por la ventana a la calle. En ese momento se escuchó un fuerte ruido en la cocina.

Las luces de la habitación se apagaban y se encendían como si manos invisibles manipularan los interruptores.

“Salimos corriendo. Fuimos a la casa de una de mis amigas y platicamos lo sucedido a sus papás”.

Sin embargo, las cosas no pararon ahí. Nos ocurrían cosas extrañas: se movían las camas, se apagan las luces, se aparecían gatos negros, pesadillas.

Laura se cortó las venas, mi otra compañera varias se cayó en la calle y fracturó una pierna, a mi casi me atropellan y enfermé de gravedad sin explicación.

Fue entonces que fuimos con un sacerdote. Nos pidió rezar, que pusiéramos una cruz debajo de la almohada, que nos confesaramos cada semana y tirar la ropa con la que habían jugado.

El caso de Carla fue tan fuerte que acudió por mucho tiempo al psicólogo y aún duerme con la luz prendida. Su casa la llenó de imágenes religiosas.

Laura y su otra compañera se fueron de la ciudad. Cada que se puede platican pero nunca de ese día cuando jugaron con la Ouija que les cambió la vida para siempre.

El segundo caso también ocurrió en Morelia.

Entrevistada por celular el pasado domingo, la mujer que experimentó el miedo y preocupación, afirma que por un problema laboral fue que jugaron con la tabla.

Eso ocurrió hace 25 años, sin embargo, el temor y nerviosismo se puede escuchar en su voz.

Cuenta que en la fábrica donde laboraba junto con unos siete compañeros, jugaron.

Una de ellas quien había jugado, preguntó la Ouija si quería jugar. Al principio respondió que no.

Y fue hasta la tercera vez que accedió. El ambiente, asegura comenzó a ponerse tenso y el miedo se apoderó de todos ellos.

Se le preguntó al espíritu su nombre y este contestó “J, el diablo”.

Al ver lo que escribió. Una las compañeras se paró y ya no quiso jugar, pero seguía observando.

Al final, no recordaron preguntarle sobre lo que querían saber. Relata que de pronto se escucharon golpes en las paredes.

El triángulo se movía como loco.

“Insultaba, decía que era una perra, puta, sé lo que has hecho”.

“Cada cosa, cada letra, se anotaba para saber que decía”, explica.

Tras el juego, la compañera que conducía quedó mal psicológicamente.

Ella era amistosa, activa, trabajadora, pero luego de eso cambió. Se notaba muy diferente y con temor.

Algunos de ellos tuvieron sucesos muy graves: uno de ellos estuvo a punto de ser atropellado por un tráiler, a mí una moto y a otra su casa se le incendió.

Recuerda que hace siete años se encontró con una amiga y ésta le comentó que otra de ellas quedó como loca.

Buscando ayuda, acudieron con un sacerdote quien le dio penitencias y les pidió que rezaran, fue así que las cosas comenzaron a cambiar.

La mujer exhorta a que no se juegue con la Ouija, porque no se sabe qué tipo espíritu entrará a la tabla y explica que éstos entes se aprovechan del miedo de quienes juegan y ordenan que hagan cosas muy malas.