Por Hugo Rangel Vargas

Para festín de un sector de la oposición a la Cuarta Transformación, quienes han decidido hacer del desastre su principal asidero discursivo, el INEGI ha dado a conocer que la economía mexicana se contrajo en el año pasado en un 0.1 por ciento. Esta cifra es una revisión de las estimaciones tempranas que hace el mismo instituto y que ahora, al colocarle un signo negativo como precedente, arrojan oro en polvo a la estridencia de quienes añoran el pasado.

Si se desmenuza sectorialmente el desempeño de la economía mexicana se encontrarán algunas razones de esta ligera contracción. Tanto las actividades primarias como las secundarias mostraron cifras positivas en su crecimiento, aunque menores a las de años anteriores. Sin embargo, es la actividad secundaria la que muestra una tasa de crecimiento negativa y arrastra al promedio de la actividad económica a esta condición de contracción.

Pero el débil comportamiento del sector secundario de la economía mexicana no es ajeno a lo que ha ocurrido en los últimos años cuyas cifras de crecimiento han oscilado entre positivas y negativas desde 2016 y que ahora, en el año pasado, tuvieron una caída del 1.8 por ciento. Dentro de las actividades terciarias, las de mayor contracción son la industria petrolera y de la construcción con 6.7 y 5 por ciento negativos, respectivamente; sin embargo, en los últimos tres años estos mismos dos sectores han sido el coco de las actividades secundarias. Y es que en los últimos cuatro años la actividad petrolera ha tenido una racha de caídas en su producto, mientras que la industria de la construcción promedia un crecimiento anual del 1.05 por ciento negativo.

Sin embargo, hay motivos para creer que esta situación podría revertirse en el año actual. La producción petrolera ha modificado la tendencia a la baja que venia mostrando como producto de la inanición en la que dejaron a PEMEX las políticas de corte neoliberal. Así entonces, la producción de la empresa productiva del estado alcanzó el mes pasado 1.67 millones de barriles diarios, cifra que supera en 5.5 por ciento a la del mismo mes del año anterior. Del mismo modo, para reanimar a la industria de la construcción, la Secretaría de Hacienda ha anunciado que ya ha asignado el 95 por ciento del presupuesto carretero y que se ha acelerado el ejercicio del gasto público en materia de obras de infraestructura.

Pese a ello, las tendencias y los procesos de deterioro son difíciles de detener cuando estos se han venido gestando por años. La economía es un sistema complejo cuya relación de causalidades responde con rezagos en el tiempo, y como ya se ha dicho, el raquítico desempeño de estas dos ramas de la producción que mostraron comportamientos negativos el presente año lo han venido haciendo así, al menos desde 2016.

Es conveniente, sin embargo, recordar que hay suficientes factores exógenos que podrían provocar choques en la actividad económica nacional. La revisión a la baja de las expectativas de la actividad industrial norteamericana que exporta sus dificultades a la industria manufacturera nacional, la incertidumbre que ha desatado el brote de coronavirus ha comenzado a impactar la actividad turística y otras ramas de la producción y el comercio a nivel global y la posibilidad del recrudecimiento de las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China son elementos de riesgo importantes.

En medio de este entorno, las apuestas de la 4T en materia de política económica parecen ser correctas y se hace uso de la política fiscal para volver a estimular a dos sectores de la economía que venían teniendo comportamientos raquíticos en los últimos años de los gobiernos neoliberales.

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