Por “El Mono”
Morelia, Mich.- Esta historia es real más no recuerdo cuándo y dónde sucedió, sólo sé que ocurrió hace muchos, muchos años en algún lugar de México…el sacerdote del pueblecito estaba harto de las palomas o pichones que habitaban en su iglesia…las aves vivieron en las torres por generaciones, unas morían y otras nacían…los nidos se veían por todas partes de la pequeña parroquia…la gente del lugar las alimentaba. Les echaba trigo en la plaza y las palomas felices bajaban…se arremolinaban hasta no dejar ni un solo grano…pero el padrecito se quejaba de que las aves ensuciaran su vehículo último modelo…se enfurecía, pues apenas había lavado su automóvil, cuando las aves se lo ensuciaban nuevamente con sus pequeñas caquitas…él tenía la opción de dejar el carro en el patio de su casa, pero no lo hacía porque quería que la gente del pueblo lo admirara…enojado con las palomas, el sacerdote puso fin al conflicto y tomó la fatal decisión de acabar con ellas…les comenzó a echar trigo envenenado y las palomas morían…el templo poco a poco se fue quedando sin las aves…ya no se escuchaba su clásico sonido, ya no volaban por los cielos del pueblo y la plaza lucía vacía…las pocas que quedaron, como si supieran el fin que les esperaba, se fueron y no volvieron…ahora sí, el padre estaba feliz pues ya no había las palomas que le ensuciaban su automóvil último modelo….sin embargo, el cura no se imaginó el resultado de su acción…la gente dejó de ir la iglesia por más arreglos que le hacían…el dinero de las limosnas escaseó y no tenía para pagar el automóvil, pero lo peor de todo, es que los pobladores ya no lo veían con buenos ojos…meses después se enteró que el atractivo no era la iglesia, ni sus sermones ni tampoco el santo milagroso, sino las palomas que le deban vida y color a la iglesia…las aves se posaban en la cabeza, en los hombros y en las piernas de los lugareños y de la gente que acudía de otras poblaciones…los niños intentaban atraparlas…imposible…sus recitas resonaban en toda la plaza, mientras los padres les echaban trigo…la iglesia que entes era el atrayente, se convirtió en lugar frío, fúnebre, sin vida ni color…prácticamente ya nadie lo visitaba…lo triste del caso es que el sacerdote terminó vendiendo su automóvil que tanto conflicto le causó con las palomas pues ya no tenía dinero con que pagarlo…el padre fue cambiando a otro lugar y según se conoció, en su nueva iglesia, mandó construir un enorme palomar e hizo de las aves sus mejores compañeras y aliadas y nunca más tuvo un vehículo último modelo…redacto esta historia porque hay mucha gente que se queja de las palomas que habitan en el centro de Morelia y se justifican diciendo que sus caquitas son corrosivas y dañan la cantera…las palomas son seres vivos y libres que merecen todo el respeto al igual que todos los seres vivos… la cantera, si bien adorna la ciudad, no deje de ser piedra… este relato lo conocí en voz de otro sacerdote cuando yo era un niño, sacerdote que jamás volví a ver ni a saber de él…