¿Estamos dispuestos a pagar las consecuencias?
LA COSTUMBRE DEL PODER: Desdeñar la Constitución
Por Gregorio Ortega Molina
*El peor instrumento político que pudieron proporcionar para la resurrección de Victoriano Huerta, o el aliento dictatorial al Gólem de Palacio Nacional, es precisamente esa prisión preventiva oficiosa, fortalecida con la militarización y el rencor. Tendremos que pagar las consecuencias
Durante cuatro años han gobernado a los mexicanos con desdén y desprecio. AMLO es puntual, maltrata primero a los pobres, como puede comprobarse con el resultado de sus políticas públicas, pues como se constata ya, regalar dinero de ninguna manera resuelve el problema ni reactiva la economía. Sólo el narco asume la responsabilidad ante la ausencia de Estado.
Dos hechos que definen a los mexicanos están contemplados en las conversaciones sostenidas por Gabriel Careaga y Gastón García Cantú, publicadas bajo el título Los intelectuales y el poder. Son precisas sus observaciones en el apartado Raíces del presidencialismo. Andrés Manuel López Obrador va más allá de una imaginaria restitución de las llamadas facultades metaconstitucionales de quien se encaramó en la silla del águila. Se ha encargado de desestructurar el sentido social y humano de las instituciones que conforman el Estado, con la absoluta conciencia de que todo lo reduce a su arbitrio y voluntad. No hay mayor desprecio a las libertades.
Por sus purititos güevos y por sobre la letra constitucional, el Congreso de la Unión, sin más ruta que la de su amo y maestro, dobló la cerviz y dictaminó legal y constitucional lo que no lo es: la guardia nacional es colocada bajo la férula del secretario de la Defensa; es decir, a las órdenes del general superestrella y presidente de México (no uso el término de República, porque ésta es destruida por una disolvencia casi cinematográfica, que en eso se convierten los caprichos del poder).
¿Cuántos de los que se doblaron en un obsecuente “sí patrón”, han experimentado las consecuencias de una militarización como la que ya padecemos? ¿Estuvieron en Perú, Chile o Argentina? ¿Le vieron la jeta a Stroessner? ¿Vivieron bajo el miedo al presidente Gonzalo? ¿Sintieron en sus nucas el aliento de López Rega?
La mancuerna se cierra con el mantenimiento de la prisión preventiva oficiosa, que en esta aterida nación se practica hace mucho, pues un buen porcentaje de los reos que pueblan los reclusorios del país viven en ellos sin sentencia.
El peor instrumento político que pudieron proporcionar para la resurrección de Victoriano Huerta, o el aliento dictatorial al Gólem de Palacio Nacional, es precisamente esa prisión preventiva oficiosa, fortalecida con la militarización y el rencor. Tendremos que pagar las consecuencias.