Por Gregorio Ortega Molina
7 de octubre de 2021 -“Lo importante es el cambio en las actitudes, en la forma de pensar y de ser. Y a mí me parece que este cambio de mentalidades representa la transformación más importante que ha vivido el país y muestra la existencia de una nueva generación que no depende de la edad sino de la actitud”
Los modelos de desarrollo de las naciones que lograron aglutinarse en el actual G20 determinaron el libre mercado, la globalización, todo facilitado por la comunicación cibernética, el tiempo real y los controles en el movimiento del dinero y otros valores, además de la supervisión de las comunicaciones entre personas. Vivimos la realidad sofisticada del anuncio de George Orwell.
Traicionado el proyecto de la Revolución, minimizados los beneficios del desarrollo estabilizador, desarticulada toda propuesta de control de la natalidad, con las consecuentes exigencias sociales siempre, y por la eternidad, insatisfechas, los políticos supieron que era necesario cambiar de caballo a mitad del río. José López Portillo lo anunció sin inmutarse: “Soy el último presidente de la Revolución”.
Lo que vino después, mejor entenderlo en palabras de su principal impulsor. En Este laberinto de cristal, aproximación al poder, Fernando Solana Olivares recupera para nosotros su pregunta a Carlos Salinas de Gortari y, obvio, su respuesta.
-Señor presidente, usted encabeza una generación política que se ha hecho responsable de la transformación estructural de la sociedad mexicana. Sin embargo, ¿cuáles han sido sus dudas centrales en dicho proceso? ¿Dónde ubica usted las zonas más frágiles o no mensurables, las más riesgosas, las menos calculadas de este cambio?
-Es una pregunta compleja -contestó el presidente-, como todas las que he escuchado hoy. Pero yo diría que el punto central de los cambios, el que sin duda es fundamental en este proceso que estamos realizando juntos es el de las mentalidades. Es decir, el cambio en la manera en que los mexicanos nos percibimos a nosotros mismos y percibimos nuestra relación con el resto del mundo. Porque puede haber cambios en el terreno económico, político o social, que por cierto nunca están disociados, separados unos de otros. Pero lo importante es el cambio en las actitudes, en la forma de pensar y de ser. Y a mí me parece que este cambio de mentalidades representa la transformación más importante que ha vivido el país y muestra la existencia de una nueva generación que no depende de la edad sino de la actitud. Esta es una nueva actitud social, una nueva forma de relacionarnos entre los mexicanos, y a ella tiene que responder el gobierno para servirlos mejor. Eso es precisamente lo que hemos buscado hacer”.
¿Lo lograron? ¿Qué ocurrió durante los 27 años transcurridos entre esa respuesta y la presentación al Congreso de la reforma eléctrica? Hay una corresponsabilidad de la sociedad con los diferentes gobiernos. Hemos permitido que quienes mandan nos ninguneen y nos mangoneen, pero en el pecado llevamos la penitencia.
En el mismo libro de Solana Olivares encontramos la respuesta ofrecida por un banquero holandés (Thamms). La comparto con ustedes: … el financiero confesó sin tapujos que desconfiaba del doble discurso mexicano, aludiendo así al drástico cambio operado en la economía del país y en el lenguaje de su clase política en escasos cinco años. <
¿Cambiamos de manera de ser, o continuamos fieles a esa actitud descrita en El laberinto de la soledad y El ser del mexicano? El doble discurso está más presente que nunca, y todo indica que buscan un proyecto de nación en la casa de los espejos que construyeron los políticos que pusieron en práctica el Maximato y el cardenismo, con todo el poder metaconstitucional del presidente en funciones.
Mañana, ¿tenemos hoy proyecto de nación?
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