Por Gregorio Ortega Molina

*Imposible equipararla con Leona Vicario, Delfina sólo es un patiño menos lucidor que Olga Sánchez Cordero. Tiene la estatura moral perfecta para servir con prontitud las instrucciones de su valedor, y eso es lo que puede convertirla, otra vez, en candidata a gobernadora del Estado de México. Desde el palacio de gobierno de Toluca las aportaciones, diezmos y primicias adquirirán otro nivel, ni que Texcoco ni que nada

Estamos aviados, resulta que la prenda más preciada por los integrantes de este gobierno, y la que justifica el cambio de la 4T, es el cinismo. Escribió la entendida María Moliner en su diccionario:

Cinismo. Cualidad o actitud de cínico. Avilantez, cara dura carota, desahogo, desaprensión, descoco, despreocupación, desvergüenza, falta de escrúpulos, frescura, impudor, inverecundia.

Aquí la dejamos, pues no creo que el cinismo de Andrés Manuel tenga algo que ver con esa escuela filosófica, aunque quién lo sabe, sólo él que con toda desfachatez ha logrado que el quehacer político transite de los moches y los arreglos por debajo de la mesa, a las aportaciones, los diezmos. Para algo sirve el lenguaje.

Lo inmodificable es nuestra percepción de sus parientes y allegados agarrando el billete con esa avidez que únicamente confiere la impunidad, y lo mismo se lo llevan en sobres amarillos que sujetos con ligas. El destino de ese dinero a nadie parece importarle, sólo el líder casi divino conoce su utilidad para aferrarse al poder.

¿Puede establecerse alguna diferencia ética y moral entre la cantidad que corrompió a Emilio Lozoya y la que corrompe hoy a quienes se comprometieron a desterrar la corrupción? Nada más el lenguaje. Aportación. ¿Se aprendieron la palabra?

También debemos enfocarnos en el auténtico nivel de Delfina, que como secretaria de la Educación Pública desconoce la exactitud de las palabras y las razones de la historia, y es capaz de equivocarse en cualquier intervención presencial. No tiene la estatura para ser lo que quieren que sea.

Imposible equipararla con Leona Vicario, Delfina sólo es un patiño menos lucidor que Olga Sánchez Cordero. Tiene la estatura moral perfecta para servir con prontitud las instrucciones de su valedor, y eso es lo que puede convertirla, otra vez, en candidata a gobernadora del Estado de México. Desde el palacio de gobierno de Toluca las aportaciones, los diezmos, las primicias adquirirán otro nivel, ni que Texcoco ni que nada.

Tampoco puede compararse a María Lavalle Urbina. De ella dicen los diccionarios biográficos: “En 1947, durante el período presidencial de Miguel Alemán Valdés, fue nombrada magistrada del Supremo Tribunal de Justicia del Distrito y Territorios Federales, jefa del departamento de readaptación social de la Secretaría de Gobernación de 1954 a 1964, representante de México ante la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer de la Organización de las Naciones Unidas de 1957 a 1968. Fue miembro y presidió sobre organizaciones como la Alianza de Mujeres de México, la Academia Mexicana de Educación y la Asociación de Derecho de la Familia de la Asociación Nacional de Abogados.

“De 1970 a 1976 fue directora general del Registro Civil, de 1976 a 1980 fue subsecretaria de educación básica de la Secretaría de Educación Pública y de 1983 a 1984 fue directora de la Comisión Nacional de Libros de Texto Gratuitos.

“En 1965 recibió la Medalla Belisario Domínguez del Senado de la República, además en 1976 le fue concedido el Premio de Derechos Humanos de las Naciones Unidas.​ Sus restos mortales fueron trasladados a la Rotonda de las Personas Ilustres en noviembre de 2006”.

Bueno, ni siquiera tiene el nivel de la profesora milagrosa, Elba Esther Gordillo, quien entre 1988 y 2012 tuvo la habilidad de engañarse ella misma, de ahí su afición a leer y recomendar Elogio de la traición.

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