Por Gregorio Ortega Molina

Fui de esos ingenuos en el caso del ferrocarril transístmico, hasta que un amigo, ingeniero de costas y transportes, para mayores señas, me advirtió sobre las escasas posibilidades de éxito del proyecto, porque equivale -en ambición y funciones- al AICM cuyo desafío sería superar a los aeropuertos de Panamá y Atlanta

El hombre de la Mancha es un musical que tuvo gran éxito en Broadway y en México, donde el primero en interpretar al Quijote fue Claudio Brook. La canción emblemática llenó el cuadrante de la radio y colmó de nostalgias imaginarias a algunas generaciones en el mundo. Un sueño imposible.

¿Existen? Sí… también entre adultos, líderes y políticos, mujeres y hombres con cultura y recursos cuantiosos. Lo cierto es que -ahora lo constatamos- hay sueños nobles y otros perversos. El del Tercer Reich y el avasallamiento de Ucrania ofrecen la analogía perfecta sobre la concupiscencia de los seres humanos por el poder. Otros, como los propuestos por la 4T, son producto de la ignorancia del que sueña e inocula en los gobernados esa ilusoria promesa de que pronto, muy pronto, todo estará mejor. Es su manera de permanecer en la cúspide del mando.

Fui de esos ingenuos en el caso del ferrocarril transístmico, hasta que un amigo, ingeniero de costas y transportes, para mayores señas, me advirtió sobre las escasas posibilidades de éxito del proyecto, porque equivale -en ambición y funciones- al AICM cuyo desafío sería superar a los aeropuertos de Panamá y Atlanta.

La apuesta, ahora, es dejar atrás al Canal de Panamá. “¿Te imaginas -pregunta el ingeniero de costas y transportes- los recursos humanos, técnicos y económicos requeridos, para superar el número de operaciones del Canal?”. Es paciente, y me explica.

En el Canal transportan, por medio de esclusas, barcos completos, incluida su carga, de un mar a otro. Acá, puntualiza, por lo pronto se requiere de dos enormes puertos mercantes. Uno en el Golfo, otro en el Pacífico. Dichas instalaciones marítimas deberán poder descargar y cargar un promedio de 20 mil contenedores -de los barcos, a los trenes y, otra vez a los barcos- por turno.

Los trenes deben, al menos, contar con 100 vagones de carga cada uno, y transitar durante las 24 horas del día.

De no contarse con esa capacidad desde el inicio, puede optarse por instalar fábricas a lo largo del trayecto del ferrocarril, para garantizar la necesaria producción industrial que abastecería el comercio al que están destinadas las mercancías que deben transitar -si desean éxito- entre el Golfo de México y el Pacífico, sin detenerse.

Las obras que contempla el Corredor Transístmico son la modernización de los puertos de Coatzacoalcos y Salina Cruz, así como el Ferrocarril del Istmo y de las carreteras adyacentes.

También diez parques industriales en Oaxaca, que gobierna Alejandro Murat, y Veracruz, a cargo de Cuitláhuac García. Cinco en cada entidad, además del tendido de fibra óptica y un gaseoducto.

Dudas aparecen por todos lados. La primera es la necesaria seguridad jurídica para garantizar la inversión, a menos de que se asocien con esos mismos empresarios chinos que ya operan en Nicaragua.

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