Por Sr. López
Ancas nacionales
Tía Tita (Marthita), se veía muy serena, tranquila, como aburrida en el velorio de tío Leonel, su esposo (aunque, ya difunto se ha de perder el estado civil, en fin, da lo mismo); el del teclado se fue a sentar a su lado (sala 2, Gayosso, Félix Cuevas). Al ratito la tía dijo que se quería “despejar” y me pidió acompañarla a tomar un cafecito, abajo, en la cafetería del siempre floreciente negocio de empaquetado, transporte y archivo final de fiambre, archivo muerto (los que ponen funeraria saben que todos, los 130 millones de tenochcas, somos clientes potenciales, tarde o temprano… ven el Estadio Azteca retacado de gente y salivan). Platicando de todo y de nada, de repente le preguntó este López, cuantos años habían estado casados: -Déjame ver…Laurita -su hija mayor-, tiene 32… 30 años, hijito –este López, bien educado, controló perfectamente bien sus músculos faciales y la lengua (hay que ser delicados en ciertas ocasiones, sobre ciertos temas); por decir algo, su texto servidor comentó: -Una vida, tía, ¡30 años! –y ella sorprendió al del teclado con el siguiente monólogo: -Sí… pero se fueron rápido… casados, así, bonito, bien todo, los primeros tres años… luego tuvimos diez años con él viajando mucho, lo veía cada quince días… y llegaba siempre muy cansado, así que, bueno, estaba cansado; después supe lo de la familia que tenía en Tlaxcala y seguimos el matrimonio, por los hijos, por… bueno, seguimos, pero no nos hablamos… no me acuerdo… unos quince años, con recámaras separadas y como cuando regresaba cansado, igual, nada, de lo bonito, nada… ¡y ya!, se enfermó, estuvo en la casa casi todo el tiempo guardando cama estos últimos dos… y sí, se fue rápido el tiempo –pues sí…
El tiempo no es relativo, ni es nada, sino la medición que los humanos hacemos entre eventos o de lo que dura algo (los litros tampoco existen, son una medida arbitraria de volumen, no hay fábricas de “litros”, ni bodegas de “tiempo”). No importa, es lo mismo, igual en la vida diaria decimos cosas como “se fue volando el tiempo”, “se me hicieron eternos los 20 minutos con el dentista”, “el sexenio de Echeverría fue larguísimo” (los que dicen eso no imaginan lo largo que fue el de Manuel Velasco en Chiapas, como Viacrucis a rodilla).
Ya que salió accidentalmente esto de la duración de los sexenios de gobierno y aceptado que a veces parece que el tiempo se alarga (o se acorta), recordemos que nuestro Presidente ha dicho que trabaja el
doble para hacer en 6 años lo de doce… bueno, se le reconoce la intención, aunque la verdad sea que por más tiempo que se trabaje, eso no produce el doble de dinero para hacer el doble de cosas. Los presidentes y los gobernadores dependen de los recursos… el tiempo es el mismo. No desaprovecharlo es ser laborioso, nada más.
Claro que también hay que considerar a la hora de reflexionar sobre lo que dura un sexenio (de gobierno, de gobierno en México), que casi siempre el primer año es de aprendizaje que, conservadoramente, resta unos seis meses de acciones realmente efectivas de gobierno… en este caso y viendo las jornadas tan largas de trabajo de nuestro Presidente (supongamos que todo su gabinete lleva el mismo trote), sean solo tres meses perdidos, bueno, no perdidos, invertidos en aprender la tonada y ya no desafinar. Perfecto.
Luego viene su tercer año de gobierno, cuando hay elecciones intermedias, el cambio de diputados federales y un manojo de gobiernos estatales, alcaldes y congresos locales, a lo que el Presidente tiene que dedicar parte de su tiempo (de su trabajo), porque se ocupan de la política, no vaya usted a pensar que son espíritus puros y que se abstienen de participar en la grilla grande. Habitualmente esto, con otros presidentes, significa meses y meses dedicados a atar y desatar nudos. Pongamos que la experiencia inmensa del actual Presidente de la república en esos menesteres, le permita resolver todas las ecuaciones políticas del país en otros tres meses. Ya van seis.
Luego, no se le vaya a olvidar, este periodo de gobierno dura dos meses menos… ya van ocho meses.
Al final, de remate, el sexto año se va muy rápido. Hay que armar bien el tinglado de la sucesión… otra vez acudamos a su amplísima experiencia, supongamos que todo el tiempo que disponga al tema sume tres mesesitos. Ya van once.
Y los últimos tres meses de gobierno, mínimo, de este y de cualquier gobierno federal, por más activismo y giras, discursos e inauguraciones que atiendan, son perdidos, porque ya está pateando el arrancadero el siguiente gobierno, porque se cierran cuentas, se acaban los recursos, se ajustan presupuestos, se alistan huidas (¡oh, sí, nunca faltan y no faltarán secretarios o titulares de empresas paraestatales y organismos públicos, que solo se dediquen a protegerse de las que saben que hicieron… y alguno de estos de ahora las harán, ni modo de creer que vienen directo del Cielo al servicio de La Patria).
En resumen, al menos, muy conservadoramente, 14 meses, no existen. Este sexenio dispone de cuatro años y ocho meses para conseguir la “4T”… lo van a lograr, claro que sí, legislando y estableciendo un nuevo modo de gobernar este país tan facilito. Pero será una apariencia… como fue el nuevo modo del cardenismo, el liderazgo del tercer Mundo de Echeverría, como siempre ha sido: a rey muerto, rey puesto.
Por eso es mejor la mesura y conformarse con aplicar y respetar la ley; enderezar entuertos, imponer la propia impronta, sí, pero con mesura, sin suponer que menos de seis años cambian, reinventan, rediseñan una nación irremediablemente y para siempre. ¡Sí, cómo no!
Y si todo sale bien en lo interno, habremos de confiar en la Morenita del Tepeyac para lo económico. Estamos rodeados, traen un hacha en cada mano y el cuchillo en la boca: nos van a quebrar (anote la fecha), ya nos lo han hecho, ahora, con más ganas, con tantos compromisos formales. El gran capital global, chin, qué pena con usted, no va a soltar de ninguna manera las apetitosas ancas nacionales.