Por Daniel Ambriz Mendoza
Una mala costumbre puede ser todo aquello que va en contra de las normas establecidas para vivir bien y que no ayuda a conservar el orden social, la moral y la ética; privando al individuo de la oportunidad para vivir de manera libre y plena. La tendencia por la perfección lleva a las personas a luchar permanentemente por ser hombres y mujeres libres y de buenas costumbres. En el camino siempre nos vamos a encontrar con vicios y pasiones que nos quieran esclavizar, pero también, con malas costumbres que nos acerquen al fracaso y a ser socialmente mal vistos.
Las malas costumbres vienen a ser como la información falsa, de tanto repetirlas llegamos a pensar que es correcto practicarlas, por eso, es importante hacer constantemente actos de reflexión y de autocrítica profundas que nos lleve hasta el fondo de nuestra conciencia para de ahí partir con un enfoque diferente que nos permita recuperar la solvencia emocional y la lucidez cerebral que nos hagan retomar el camino hacia lo que es correcto y socialmente justo, aquello que no nos perjudique en lo personal ni dañe a los demás. No podemos ni debemos fincar sobre las desgracias de los otros el bienestar personal, esa conducta puede llegar a ser ruin por egocéntrica y porque le abona al desorden y a la injusticia.
Cuando como hijos no respetamos la autoridad de nuestros padres, cuando como hermanos nos alejamos de nuestros consanguíneos, cuando como trabajadores no reconocemos ni respetamos las normas de carácter laboral y cuando como humanos nos comportamos irracionales estamos tocando el umbral de la esclavitud de nuestras imperfecciones. Una competencia de este siglo tiene que ver con la capacidad de reconocer cuando nos estamos equivocando y tener la sabiduría necesaria para rectificar el camino, pero para lograr ese desarrollo debemos estudiar, leer, investigar, contrastar, cederle el paso a la duda, analizar y sintetizar para poder modificar nuestros esquemas mentales, reorientar el pensamiento y fortalecer nuestra inteligencia emocional.
Para ilustrar con hechos de la vida real lo que estoy exponiendo sostengo lo que he dicho a través del tiempo, los paros de labores a los que intermitente y parcialmente convoca un grupo radical del magisterio en Michoacán, en primer lugar, son ilegales por no tener sustento en la ley, los trabajadores inscritos en el apartado “B” del Artículo 123 Constitucional y que nos rige la Ley Federal de los Trabajadores al Servicio del Estado y las Condiciones Generales del Trabajo como ley reglamentaria no tenemos derecho a huelga, ese recurso está reservado para los trabajadores que forman parte del apartado “A” y que los rige la Ley Federal del Trabajo y cuentan con contrato colectivo. Pero lo más importante, ese grupo radical del magisterio no tiene ningún registro ante los tribunales competentes para realizar legalmente actividades sindicales de representación y por ese motivo ponen en riesgo el empleo de sus seguidores. Llevar a cabo un acto ilegal trae consecuencias en contra de quien comete el ilícito.
Quienes realizan paro de labores en las escuelas de manera ilegal y sistemática, atentan en contra de los derechos de los niños a recibir educación poniéndolos en desventaja ante aquellos niños que sí están recibiendo clases acentuando con esta acción la brecha de la desigualdad social. La escuela no funciona como una empresa o una fábrica, al parar de trabajar no se hace la presión que se cree al “patrón”, al contrario, se contribuye a profundizar la ignorancia que la clase política y empresarial en el poder necesitan para seguir manipulando a la población a su antojo. Por eso he dicho que el grupo radical del magisterio michoacano está realmente al servicio de la iniciativa privada, de aquellos que ven en la educación un jugoso negocio, contribuyendo con sus hechos a la privatización de la educación que en el discurso dicen combatir. Hay una contradicción de origen.
Finalmente, un paro de labores en las escuelas es un boomerang que lanzamos al aire que terminará en volverse en nuestra contra impactando en nuestra imagen social, poniendo en entredicho la verdadera función social del maestro. Hay costumbres buenas y malas costumbres, actuemos con buen juicio y sabiduría e intentemos ser hombres y mujeres libres, pero de buenas costumbres.