Por Hugo Rangel Vargas.
Silvano Aureoles Conejo triunfó en las elecciones de Gobernador de Michoacán celebradas el 7 de junio de 2015 con más de 637 mil votos. Su victoria significaba para los michoacanos la posibilidad de dejar atrás un pasado de inestabilidad política y social que había acarreado la irrupción del crimen organizado a la vida pública a través de la evidente colusión de estos con las autoridades electas en el período anterior.
Aunque no fue brillante ni claro en su proyecto político que desplegó en la campaña, era evidente que una parte importante de las voluntades que Aureoles sumaba durante la etapa proselitista, se debían a que podía garantizar condiciones mínimas de estabilidad y de certidumbre. Su “buena relación” con el presidente Enrique Peña Nieto y sus “habilidades de interlocución” demostradas a su paso por el Congreso de la Unión para procesar de una manera “eficiente y consensuada” las reformas del Pacto por México; eran algunas de las virtudes que en lo corto explotaba el entonces candidato al solio de Ocampo.
Ganó la elección, pero Silvano nunca dejó de estar en campaña. Embelesado por las mieles de las porras y las loas del proselitismo (lo cual, por cierto, le ha llevado a nunca concluir ningún cargo para el que ha sido electo); el mandatario michoacano se embarcaría muy pronto en una aventura presidencial que pondría a Michoacán otra vez en la incertidumbre de un nuevo interinato.
Descalabrada su intención de ser el abanderado presidencial de la coalición que él arroparía en un principio, y una vez que pudo colocar a su hermano en la carrera nepotista por el Senado, Aureoles sorprendió a propios y extraños cuando descalificó al Frente y a su candidato y se manifestó en favor de José Antonio Meade.
El sempiterno operador político hoy emprende una nueva cruzada de la que no oculta sus objetivos: patalear en contra de la designación del delegado del gobierno federal que ha anunciado el Presidente Electo, Andrés Manuel López Obrador, para empujar por la vía fast track la designación de un Fiscal General del Estado a modo; esto antes de que la nueva legislatura estatal (en la que MORENA tiene mayoría) entre en funciones.
Silvano, fiel a su estilo, hace uso de la filtración de información de dudosa trama para ganar tiempo. Y es que ha hecho circular en algunos medios de comunicación, sendos expedientes de incierta validez para poner en tela de juicio la probidad de quien sería el responsable de la coordinación del gobierno federal en Michoacán y que hasta ahora es el dirigente estatal de MORENA, Roberto Pantoja.
Mientras esto ocurre, y pinta su oposición a esta legítima decisión del gobierno federal entrante de una “defensa de la soberanía estatal” (la cual no se atrevió a invocar ni retóricamente para retirar de sus encargos a los funcionarios heredados de la administración castillista de facto), en corrillos se sabe que el gobernador emprende una operación política importante al interior del congreso  local en búsqueda de la designación del fiscal general en favor de alguno de sus allegados, quizá su secretario general de gobierno.
Silvano ha dado muestras de que ama los reflectores, los mítines y que le seduce la parafernalia y los gritos campañeros; lo suyo, lo suyo, es el proselitismo. Quizá los michoacanos nos equivocamos y probablemente él también ha errado y deba de estar comandando las fuerzas de reconstrucción -¿o el cortejo fúnebre?- de su partido, y no gobernando la entidad que reclama un estadista que deje de pensar en la siguiente elección.
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