Por Hugo Rangel Vargas

La oposición a López Obrador juega en el terreno de la ficción futurista que dibujan en sus “papers” y pronósticos las calificadoras de riesgo y organismos como el Fondo Monetario Internacional. En ese discurso de lo que será, los detractores de la Cuarta Transformación le apuestan a que se cumplan toda serie de profecías apocalípticas y las divulgan como hechos consumados, y es que aún y cuando en ello devenga el desastre para el país, el festín que para ellos traerá consigo será el del fracaso del gobierno de la izquierda.

El monopolio de los “pronósticos verdaderos”, colocado en manos de los despachos como Moodys, Standar and Poors y Fitch Ratings, empresas cuya calidad moral quedó cuestionada después de la crisis que desató su manejo perverso de la información en 2008; es utilizado de forma maniquea por una oposición extraviada que extrapola las tendencias que ellos forjaron y que, en efecto, conducen al estancamiento económico del país. Sin embargo, el futuro tiene una multiplicidad de escenarios determinados por las decisiones cotidianas.

La actividad económica está determinada por una serie de variables que actúan con rezago en sus correlaciones y de forma sistémica. En este sentido, resulta pretencioso que los alcances de los fuertes cambios por los que está atravesando el país puedan ser estimados con modelos econometricos, por precisos que estos sean; más aún cuando son construidos por técnicos especialistas en “torturar la data”. Los ahorros derivados del combate a la corrupción, los cambios en el marco jurídico del país y el incremento del gasto social son tres factores que podrían incidir en un rompimiento de tendencias.

Jugando al futurismo, ese que se ha convertido en el deporte favorito de la oposición, se pueden también construir escenarios de otro tipo; al menos con los impactos esperados de los programas que la Cuarta Transformación ha denominado del “Bienestar” y cuyos argumentos podrían encontrarse en la literatura ordinaria que cualquier estudiante de economía repasa en sus cursos.

El primer hilo hacia un futuro distinto al que pregona la derecha, podría encontrarse en el efecto del incremento del ingreso que tendrán las familias de más bajos recursos como producto de las transferencias que hace el gobierno federal. Desde Maslow hasta Keynes, se ha discutido sobre el hecho de que los más desposeidos, las clases sociales más bajas; tienen una inclinación hacia el consumo más elevada, es decir que tienden a destinar un porcentaje mayor de sus ingresos adicionales al consumo en relación con el promedio. Esta proporción, que es conocida como la propensión marginal al consumo, incide de manera directa en el nivel de demanda agregada haciéndola más sensible ante incrementos en la inversión. Dicho de forma simple, un peso adicional puesto en manos de un ciudadano en condiciones de pobreza, dinamiza la economía en la medida en la que un porcentaje elevado de este va destinado al consumo.

Una segunda línea argumentativa en contra de las “expectativas” pregonadas por la derecha se encuentra en los cambios en la distribución del ingreso que se pueden derivar de la fuerte inversión social que desplegará el gobierno lopezobradorista en los siguientes años. En este sentido, el economista polaco, Michal Kalecki, en su teoría de la dinámica económica, demuestra los efectos perniciosos que provoca sobre el crecimiento económico una estructura de distribución del ingreso concentrado.

Finalmente, la bancarizacion de los programas sociales combatirá la exclusión financiera que padecen los estratos más bajos de la sociedad mexicana. Sólo 7 de cada 10 mexicanos tienen contratado un servicio financiero y este promedio cae en los estados del sureste, situación que merma las posibilidades de ahorro y de que estos ciudadanos sean sujetos de crédito.

Sólo se han tocado tres líneas de impacto de las acciones del gobierno de la Cuarta Transformación, mismas que podrían actuar en sentido inverso a las expectativas que han construido algunos organismos y calificadoras. Pese a ello, el pesimismo será un recurso retórico y una opción política justificable para los opositores al nuevo régimen.

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