Escribe: Javier Lozano

Hoy por hoy, Morena se ha convertido no solo en la retaguardia que empujó a Andrés Manuel López Obrador, sino en el mecanismo que ha impactado en todo el territorio Nacional. Morena ha demostrado una sorprendente capacidad de movilización que se gestó en un ciclo de luchas—que de forma abierta, fue el instrumento de protesta, para posteriormente convertirse en la expresión que reconfigurara un proyecto sociopolítico con la finalidad de buscar una identificación que amalgamara una gobernabilidad que erradicara las excentricidades, la demagogia, la opulencia y el burocratismo clientelar.

Una encuesta que circuló el fin de semana de Campaigns & Elections México, nos hizo reafirmar aún más la nítida dirección con que Morena se encamina a ganar los próximos comicios intermedios: del 2021. En lo personal, no me sorprende porque esa concepción era descifrable desde hace ya algún tiempo, cuando el PRD a nivel Estatal y Nacional, exploró un agotamiento que fue ascendiendo paulatinamente por la manifestación de un clima que ensombreció su estructura hasta prolongar una grave debilidad que lo ha ido arrinconado a una etapa de supervivencia.

Pero eso quizá, se encuentra atrapado en un enorme laberinto que enfrenta una severa crisis de credibilidad por los hechos ocurridos de aquella desgracia del Pacto por México y Por Michoacán al frente. Finalmente, insisto que eso ya ni siquiera tiene resonancia porque el predominio que con solidez había alcanzado el perredismo está sepultado desde hace años. Aquello que consolidaron en tres décadas, se ha consumado en un terreno fértil. El PRD perderá su último bastión, tal vez el más medular: Michoacán.

Esos altibajos comprobaron la entrada de un movimiento que se ha ido consolidando bajo el liderazgo de Andrés Manuel López Obrador. Ahora, Morena se ha vuelto dominante, competitivo, relevante, sólido, y tuvo su verdadero relanzamiento en aquel histórico 2018 cuando una aplanadora expresaba puramente toda esa animadversión acumulada que se hacía evidente en el momento en que una avalancha social colapsó la barrera del conservadurismo hegemónico.

Con eso, se deshizo la idea utópica de que el perredismo, tenga un resultado positivo. Hoy por hoy, Morena es seriamente el partido más fuerte a nivel Nacional y, con todos los pronósticos a favor; no existe la menor duda que el 2021, Morena obtendrá la mayoría de la elección, que por cierto, parece será abrumadora. Tan solo el año pasado, varios sondeos ubicaban a Morena con un margen exorbitante; casi 20 puntos de diferencia del PRD, PAN y PRI. Si comparamos los demás ejercicios con el de Campaigns & Elections México, el Movimiento Regeneración arrasaría con una votación efectiva del 49%; seguido del PAN con 22%; PRI 16% y PRD con 8%. (Una aplanadora)

El tema coyuntural de esta elección, arroja a candidatos que últimamente han estado en el ánimo de las principales encuestadoras y, en una corriente de opinión que han dado mayor impulso a recolectar una notable inclinación por actores que claramente han demostrado que la probabilidad de abanderar a sus propios partidos son altísimas. Para el PRI y a pesar de las

tensiones que origino la salida de Antonio Orihuela, la sociedad se ha inclinado a cuya figura, es la más representativa; en el caso del PRD, el medio hermano del Gobernador, y conforme a la lógica, sería el candidato de unidad con un porcentaje de 17%; finalmente, esas mismas manifestaciones, han colocado al Senador Cristóbal Arias Solís, como el favorito no solo a ser el abanderado de Morena, sino con un previsible triunfo holgado con un aproximado de 31 puntos según este ejercicio. Esa última connotación, se ha reflejado prácticamente en todos los sondeos, lo que ha ido reforzando el crecimiento sustancial que posee el legislador federal, provocando ese interés que puede ir afirmando que la posibilidad que abre la ventana de palacio de gobierno, va escalando paulatinamente con una considerable fuerza.

Bajo esa premisa, hay una fuerte raíz que va acrecentando un arraigo del Senador de Morena por Michoacán Cristóbal Arias Solís. Lo anterior, redobla poder ir encauzando una afirmación por razones más que obvias que la dirección del escenario político del 2021, tendrá un invitado especial que poco a poco ha ido ampliando esa manera particular de ir permeando en los distintos sectores, como un elemento clave para ir pensando seriamente que las probabilidades de que el candidato de Morena sea Cristóbal, son altísimas. Si esa razón sigue teniendo resonancia en la estabilidad que ha inclinado la balanza a su favor, estaríamos hablando que el hilo conductor de un nuevo semblante hacia una transición, será canalizado en el rostro contemporáneo de Arias Solís.

Lo que explica lo anterior, va ligado asimismo, a la vulnerabilidad y fragilidad de un bloque de partidos que conservan claramente una agudizada crisis de credibilidad; al igual, el potencial de crecimiento y popularidad que continua gozando Andrés Manuel López Obrador; y por último, la reagrupación de una fuerza política que históricamente asumió un papel protagónico en los años 90 en el liderazgo de Cristóbal Arias Solís. Es muy previsible que abandere a Morena sin subestimar a los demás; y con ese paso firme, es muy probable que gane las elecciones del 2021 bajo la influencia decisiva de una avalancha social que sigue multiplicándose en esa columna vertebral de Morena.