Por: Javier Lozano
Ayer tuve que reconocer que sentí un grado de alegría- al apreciar la imagen del presidente Andrés Manuel López Obrador, y el expresidente de Uruguay José Mujica- departiendo algunas visiones- en una charla a la que puedo denominar: apasionante por el cumulo de experiencias, pero de igual forma, vivencias que siembran una nueva cultura sociopolítica y de esperanza del clima preponderante e invadido por la maquinaria de difusión que guía un modelo neoliberal- que ha desplazado la enorme desigualdad y, ha provocado el empoderamiento de una cúpula dominante. Asimismo, me produjo una mezcla de sentimiento y reflexión- por la exhaustiva lucha social que se inspira en canalizar la representación política de las instituciones del poder público al servicio de la sociedad.
Es claro que la presencia del exmandatario de Uruguay despertó permanentemente la atención de la mayoría de las figuras que se identifican con la Cuarta Transformación. Algunos de hecho, compararon el nivel de convocatoria que produjo Fox, Quadri, Zavala y Cortés; la diferencia evidentemente es abismal. Lo que sostiene José- es una elocuencia ideológica que históricamente repercutió sustancialmente en una evolución social, económica y política del país Sudamericano; aunque independientemente de esos matices- Mujica- muestra ese lado de sensibilidad de un servidor de la función pública que sabe precisamente que la agenda del gobierno y, las instituciones deben servir tácitamente en la sociedad sin miramientos.
Pero el punto central es otro. Aquí, lo medular consiste en resaltar el enorme aumento de la popularidad de dos grandes figuras internacionales. Sí, aunque se marchó por separado en minorías (PAN, PRD) – que tienen que ser aglutinadas por el acarreo de una clase potentada- que aún se mueve por el pulso irresistible que dejo el sistema político de nuestro país, el domingo pasado- el escenario tuvo un incidió dominante en una sola imagen, la de Andrés Manuel López Obrador. De esa respuesta nace esta columna; de esas imágenes y, por supuesto de un encuentro que históricamente quedará en el archivo histórico de la memoria mexicana, se produce está replica que por razones obvias- puede explicarse como un sentimiento que ha cambiado la visión del territorio; y que ha sembrado la esperanza a través de esa manifestación social que se vuelca- particularmente- por esa irritación que durante décadas abrazaron la innegable realidad de desigualdad e injusticia.
De esa poderosa razón surge un sentimiento que encontró mayor fuerza, en una imagen de dos figuras que verdaderamente han luchado social y políticamente- contra una maquinaria neoliberal, cuya capacidad feroz, mantuvo una hegemonía incoherente, acrítica y que durante décadas manipulo la democracia para producir un deterioro colectivo. -Me dio mucho gusto percibir a un exmandatario humilde, honrado y sencillo- que no necesitó de un escandaloso y envanecido aparato mediático a fin de ensalzar su figura. Es sorprendente y admirable observar a Mujica manejar un Sedán 1987, cuyo valor sentimental debe ser incalculable. Esa semejanza la observo de igual forma con Andrés Manuel, un presidente que efectivamente- enfrenta un potencial reto de resarcir el enorme daño que existe en el tejido social; sin embargo, las expectativas que existen abren un nuevo periodo- que se construyó a través de la recolección y retroalimentación de un movimiento político que se reflejó en una lucha irrestricta de más de 30 años.
En esa imagen percibí dos personajes comprometidos, luchadores y que realmente conocen las causas de las luchas; resalto el papel sustancial de José, pero de igual forma de López Obrador. Dos figuras a las que puedo describir sin miramientos como ejemplares, liderazgos y referentes que han dejado al descubierto que el poder es para servir a la entidad, no para servirse de él. Han influido a que una sociedad despertara de la instrumentación manipuladora a la que era sometida por el tradicional aparato gubernamental. AMLO y Mujica tienen un parecido impresionante; los dos han sido capaces de reclamar y levantar la voz ante las injusticias sociales; los dos tuvieron y han tenido la oportunidad de ayudar a un colectivo- que a su vez cultivo los peores momentos de desigualdad; los dos han contribuido en gran medida a generar una cultura del poder distinta, donde no existan contradicciones- ni exclusiones con los sectores populares y, que no se limitan en establecer un programa a fin de erradicar el recambio tan ansiado del que- inescrupulosamente fuimos objeto durante la hegemonía partidista. Y los dos, triunfaron desde un movimiento social que jalo el voto de las mayorías por el interés particular de enraizar un nuevo ejercicio democrático y plural.
Una imagen dice más que mil palabras. Y esa postal desde palacio Nacional, me produjo una manifestación de alegría, pero de igual forma de esperanza por dos rostros que políticamente tienen una responsabilidad social y moral de servir a través de la participación del poder, canalizando las demandas.