Por: Javier Lozano
El PAN y el PRD poseen un objetivo en común: adherir a todos los actores y cuadros políticos que no simpaticen con Andrés Manuel López Obrador. Eso no es un secreto a voces; el panismo y perredismo, dispone una relación—cuyo sello distintivo ha sido anteponer el esquema reformador para trabar la ruta que ha trazado el presidente; han fracasado, ya que ninguno de los dos partidos figura cerca de una contrapartida sólida. El primero es una expresión blandengue que ha perdido fuerza y liderazgos por tratar de asumir un protagonismo que está alejado de las grandes necesidades sociales; se guían por la fabricación, la mentira y el melodrama; han desaparecido como contrapeso; su poder de convocatoria es débil; han tratado de buscar eco en la sociedad a través de la movilización, sin embargo, comienzan a ser desplazados porque sus referentes tienen una apuesta ambiciosa por el dominio y los privilegios del sistema. Y el PRD, se resume en un laberinto que navega entre la desconfianza y el descredito; han llegado a la etapa de sostenerse de la disminuida y sombría oposición del panismo para oxigenar.
Un buen ejemplo no solo fue la desgracia de Por México al Frente, sino la relación que mantienen en distintas legislaciones, asimismo, del llamado a las movilizaciones y el acarreo para gestar una expansión que en términos políticos ha sido una decepción. El aparente descontento y la simulación responsable de dos fueras que han mostrado una limitación ideológica, abanderó una marcha limitada, donde figuraba una corriente que se desinfla y se apaga a pasos agigantados. Esa fue la prueba de organización a fin de aglutinar a diversas expresiones a configurar una convergencia y ganar la aceptación; pero ¿recurrir a la movilización?, ¿desprestigiar al presidente?, ¿incorporar a Felipe Calderón?, sí, van por Calderón.
El mensaje ha sido transparente, contundente, nítido y se concreta a una tarea siempre: cicatrizar las heridas con Felipe Calderón, a fin de levantar un plan amorfo, superfluo, sin pies ni cabeza. En mi opinión, no se sí el expresidente alcance aportar mucho, teniendo claro que ni poder de convocatoria posee. Salvo que Felipe genere un éxodo masivo de aquí al 2021; las posibilidades son mínimas, porque ni siquiera las asambleas distritales tienen éxito. Felipe Calderón no es una respuesta que pueda cuajar un proyecto; últimamente su popularidad se ha derrumbado y ha pulverizado su discurso en una guerra mediática frontal de declaraciones contra el presidente solo por Twitter. Sin embargo, esto es sintomático de la misma patología que sufren tanto PAN y PRD para no prescindir de un decepcionante exmandatario que le apuesta a la confrontación y al choque sucio como único mecanismo de supervivencia.
Pero el bipartidismo político que constituye PAN y PRD, han ignorado y no han asimilado que no crean, ni generan una corriente de opinión que jale a la ciudadanía; uno y otro, han sido desenmascarados por esa ambición que se produjo gracias al grado hegemónico que brindaba el poder. Para comprender esta connotación, surgen previsibles escenarios que ciertamente fundamentan que a fin de generar una capacidad dominante que pueda competirle a Morena en 2021, pero sobre todo a la imagen de Andrés Manuel López Obrador. Es enigmático, no porque Morena sea invencible, sino que el rendimiento de los distintos partidos no plantea un esquema de inserción que de un salto preponderante con la finalidad de retroalimentar una desdibujada representación; ambas dirigencias han canalizado una concepción insuficiente e insostenible que ponga en evidencia un proyecto integral.
¡Carecen de todo, hasta de credibilidad! Lo sobresaltos, tropezones, disparates e incongruencias los orillaron: a lanzar una maquinaria que evidentemente no tienen impulso, ni fuerza que encuentren resonancia entre la sociedad. La versión que ofrecen es inestable y, ciegamente se autonombra contrapeso, cuando su desesperación esta ligada con intensidad por esa herencia que proviene del burocratismo, la corrupción y el clientelismo que ha sido la ruta que expulsa la demagoga imagen que hemos apreciado últimamente.
Van por Calderón. Marko Cortés ya ha enviado señales para cicatrizar viejas heridas que propicio Ricardo Anaya, y el propio Felipe por la despiadada idea de gobernar a expensas de su esposa. Pero, esta representación de unificar ideologías se ha ido deshaciendo porque en la tendencia numérica, la inclinación se carga hacia Morena, con aplastante victoria según algunos sondeos; por lo que estaríamos hablando en términos políticos, de una radiografía de aquel clima del 2018, donde una avalancha aplastante aniquilo la intentona atípica de Por México al Frente. Del PRD ni hablar, la ausencia de una ideología que han simulado, terminó por sepultarlos. Ya ni siquiera es factible describir el futuro del Sol Azteca; de ante mano sabemos que está en un agujero sin salida.
PAN y PRD buscan a Calderón y, todo aquel que quiera y guste marchar en contra de Andrés Manuel López Obrador, no para mostrar el odio irracional que le tienen, sino en dirección a generar condiciones necesarias a competirle en 2021.
Están derrotados. Sí, derrotados plenamente.