Por Hugo Rangel Vargas
Si el capitalismo cosifica todo, el neoliberalismo lo financieriza. En efecto, el régimen neoliberal ha derruido toda teleología de la economía colocando al mercado como ente supremo y valor rector de la sociedad. La felicidad, el bienestar, el buen vivir sólo pueden ser entendidos si estos se concretan en una compra, en una utilidad monetaria o en un balance financiero. El medio ambiente y la salud son elementos de los que se puede obtener ganancias y el moderno régimen neoliberal ha construido complejos sistemas en los que estas se concretan y crecen a ritmos alejados de los de la economía real.
La actual crisis sanitaria derivada de la pandemia del nuevo coronavirus ha colocado a esta sociedad de frente a dos de sus más profundas contradicciones: su relación con la naturaleza y la mercantilización de la salud.
El confinamiento obligado que hemos tenido que sufrir millones de seres humanos en el planeta ha hecho que el contacto con el medio ambiente y con el entorno natural se convierta en un suceso imposible. A la par de ello, los índices de polución en el aire de las grandes orbes, así como la contaminación de ríos y playas se ha visto reducida considerablemente ante el descenso drástico de la actividad humana.
El cuasi apocalíptico covid – 19 despertó el pánico de millones en un febrero en el que se conmemoró el estreno radiofónico de la adaptación de la Guerra de los Mundos, esa novela que habla de una invasión alienígena a la Tierra y que nos colocó también en la ruta de la apreciación de nuestra relación con la madre naturaleza. Pero a nuestro planeta no hace falta que lo invadan seres extraterrestres, su destrucción ha marchado al compás de la acumulación de riqueza en manos de pocos y a costa la sobreexplotación de sus recursos naturales.
En pocas décadas y a medida de que el sistema económico ha incrementado el ritmo de acumulación de capital, el debate en la demografía ha transitado de la preocupación sobre el límite de los recursos para el sostenimiento de la población hacia el exceso de emisiones de gases de efecto invernadero que han colocado al clima de la tierra cada vez más cercano al colapso. Ahora que se ha hecho famoso hablar de achatar curvas, sería conveniente introducir la reflexión sobre la necesidad de achatar la curva del vertiginoso crecimiento de la huella ambiental de la actividad humana.
Por otro lado, el sistema económico no ha sido capaz de responsabilizar al gran capital de lo que la ortodoxia económica denomina como externalidades negativas. En el caso del covid 19 se ha observado que los factores de comorbilidad de los países más pobres y en los grupos vulnerables de potencias como Estados Unidos es la obesidad, la hipertensión y la diabetes; esta tríada de padecimientos crónicos que son el regalo de un régimen que enferma a la gente para luego venderle medicamentos y costosisimas atenciones hospitalarias.
El régimen neoliberal ha colocado a la salud como una fuente de ganancias y no como un derecho humano. Esto ha hecho que se pierda el enfoque de integralidad y profiláctico del sistema de seguridad social y de salud. Los regímenes universalizados de seguridad social sólo han servido para canalizar grandes fondos públicos de los asegurados a grandes corporaciones privadas, mientras que el ciudadano ha dejado de ser visto como un sujeto de derechos para pasar a ser un simple consumidor.
Hay vida después de la pandemia, pero el mundo que derive de ella depara grandes cambios estructurales. Es posible y deseable que dos de ellos se vean reflejados en una reconceptualización de la relación hombre – naturaleza y un cambio de paradigma en cuanto a salud pública se refiere.
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