Por Hugo Rangel Vargas
Too radical, too old, too socialist, too white; son algunas de las criticas que se han vertido sobre el socialista Bernie Sanders desde el año 2016, cuando enfrentó al establishment del Partido Demócrata en la carrera por la nominación de aquella fuerza política, y que ahora se vuelven a escuchar y a leer una vez que ha anunciado que volverá a competir hacia la Casa Blanca.
Al igual que en 2016, los opositores de Sanders en este nuevo intento por arribar a la oficina oval, no sólo se encuentran fuera del Partido Demócrata, sino dentro del mismo. Y es que, por ejemplo, los altos mandos de ese partido, al que por cierto no pertenece Sanders, se niegan a cuestionar -tal como lo hace el senador- el peso de las grandes corporaciones en las campañas electorales y se sienten cómodos jugando en ese terreno.
La plataforma de Sanders, considerada como “populista” por algunos de sus detractores, cuestiona las políticas norteamericanas que favorecen a los grandes corporativos y ha defendido la necesidad de expandir los beneficios sociales de los trabajadores e incrementar el salario de los mismos; del mismo modo, se ha opuesto a la enorme influencia que generan estas empresas en los procesos electorales a través de las donaciones.
El senador de Vermont se antoja como un opositor capaz de deshacer los argumentos del republicano Donald Trump, quien, con el acicate del arranque de las campañas electorales, parece radicalizar más su discurso hacia los gobiernos no alineados a Norteamérica amenazando con “eliminar del hemisferio occidental el avance del socialismo”.
En la actual coyuntura, Trump luce ensimismado con su ramplona bravuconería y el cierre del gobierno norteamericano le ha generado antipatías entre el electorado. Sanders por su parte, vuelve a parecer fresco y conectado nuevamente con los mismos sectores que le llevaron a ser competitivo frente a la poderosa fuerza de la familia Clinton hace tres años; aunque la lista de contendientes por el partido del burro suma a experimentados senadores y gobernadores, así como al popular ex vicepresidente, Joe Biden.
Pero el alcance de la lucha de Sanders va más allá ya que abre una esperanza para el mundo entero en las fauces mismas de un país que está siendo comandado por la ultraconservadora y más racista ala de la derecha norteamericana. Su talante, empujado por millones de jóvenes entre quienes encontró su interlocutor más poderoso en el 2016, puede dar una sacudida de hombros a la estructura política de los Estados Unidos y un respiro hacia las naciones que padecen el atropello de los intereses de este país.
Lo que se juega en el 2020 no sólo alcanza a los Estados Unidos. Derrotar a Trump, vencer su xenofobia, su racismo y el autoritarismo que representa es derrotar a la cara más perversa de aquella potencia. Pero la victoria de Sanders seria un triunfo del pueblo norteamericano con lo mejor de aquel país. Como lo dijo el ex alcalde de Burlington en una entrevista radial en su estado, “lo que prometo hacer, mientras recorro el país, es tomar los valores de los que todos en Vermont estamos orgullosos: una creencia en la justicia, en la comunidad, en la política de base, en las reuniones de la ciudad, eso es lo que voy a llevar por todo este país”
Bernie Sanders está de nuevo en combate. Su edad es una fortaleza que le aporta claridad y experiencia; su agenda firme es de vocación frente a sus adversarios que pretenderán robarle sus banderas por ocasión; mientras que el mote de socialista no le resultará impedimento para un electorado demócrata que tiene una visión positiva del socialismo.
Sanders debe ganar la nominación demócrata para imponerse a Trump y reanimar la esperanza de un mundo más justo y solidario.
Twitter: @hrangel_v