Por Hugo Rangel Vargas
Morelia, Mich.- El ejercicio del poder sin el desgaste de la exposición a las críticas, desde la comodidad de la oscuridad y con el sólo usufructo de sus beneficios; ha sido la tentación perenne de muchos mandatarios en el país una vez que estos han concluido el período de su encomienda legal. Álvaro Obregón y Plutarco Elías Calles, fueron quizá los caudillos que con mayor protagonismo vieron cristalizada esta posibilidad en la historia reciente de México. En ambos casos, las consecuencias fueron nefastas para la vida democrática del país y con finales poco laudables tanto para Obregón, quien murió asesinado; como para Calles, que terminó su carrera política expulsado del país.
Pero, como diría Huxley: “la mejor lección de la Historia es que nadie aprendió las lecciones de la historia” y en Michoacán este fantasma recorre la realidad política desde hace algunos meses. Desde la reiteración pública, disfrazada de broma grotesca, por parte del gobernador Aureoles Conejo de pretender extender su mandato más allá del 2021, pasando por el control autoritario que ejerce al interior de su partido y que le permitió imponer a su hermano como candidato a senador, hasta llegar ahora a deslizar la candidatura por el PRD al solio de Ocampo de un popular cantante michoacano; son sin duda algunos elementos sintomáticos de la tentación de controlar el poder a trasmano.
Marco Antonio Solís “El Buki”, oriundo del municipio de Ario, es un virtuoso artista que gracias a su capacidad ha trascendido fronteras. Con todo el legítimo derecho de participar en la vida política de su país y de su estado; la posibilidad de que el alicaído sol azteca postulase a una figura de este talante, parecía jugosa para los directivos que administran una franquicia en franco proceso de extinción: si el “Buki” les daba la gubernatura, ello significaría seis años más dentro de la burocracia dorada, tan sólo pagando el pequeño precio de ceder la cabeza del gobierno pero imponiendo condiciones por conceder el membrete; si el Buki perdía la elección, podía dejar tras de si una buena cantidad de alcaldes y diputados, y por supuesto, una elevada votación que se traduciría en prerrogativas. El negocio era jugoso.
En los corrillos de algunos equipos de trabajo de la oposición se dejó sentir cierta sorpresa con tufo de nerviosismo e incredulidad. Podría tratarse de una elección mucho más cerrada, en la que la sombra del pésimo gobierno silvanista podía haberle dejado de pesar al PRD a la luz del carisma de Marco Antonio Solís. Ello también pudo haber obligado al PAN y al PRI a plegarse a un bloque que, encabezado por el PRD, sin duda seria más competitivo frente al arrastre de MORENA.
Sin embargo, la maniobra fue burda. El destape se hizo a través de una sorpresiva “encuesta” que publicó un periódico de circulación estatal en la que de forma inexplicable aparecía dentro de las mediciones el nombre del compositor, sin que hubiese mediado manifestación alguna de su parte. A ello le siguieron sendas declaraciones de la nomenklatura perredista en las que le abrían la puerta al ya mencionado aspirante, así como la viralización de una foto en la que el cantante aparece en el estadio Morelos al lado del gobernador de la entidad.
En este contexto, el compositor michoacano más pronto que tarde, supo desembarazarse del ardid silvanista que pretendía hacerlo su títere rumbo a la gubernatura. Lo hizo con un elegante tuit: “Seré breve. Zapatero a tu zapato y cancionero a tu guitarra. Ningún interés en la política.” El mutis llegó a la zona amarilla de la política michoacana, pero no desaparece la intentona desesperada, y ya evidenciada, de mantener el control político de la entidad. Y es que bien dice el refrán: “el pérdido a todas va”.
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