Morir en fiesta

Por: Lilia Cisneros Luján
31 de octubre de 2022

Sin importar las ofertas de diversos credos[1] la muerte es un elemento inherente a la vida misma; sin embargo pocos reflexionan en ello y en algunas culturas se le ve como pase seguro a lo trascendente –si mueres triunfante en una guerra- o certeza de que será premiado por haber hecho buenas obras. Sin llegar al extremo de la reencarnación budista en la Latinoamérica influida por el catolicismo español -sobre todo el de México tan creativos que somos- cuando menos una noche el espíritu de quien ya se fue, vuelve a estar con nosotros celebrando, comiendo, cantando, es decir, en fiesta.

Pero en este siglo XXI de la mercadotecnia, donde el mayor de los dioses es el dinero se intenta hacer sentir al vivo que extraña a sus padres, hermanos , hijos o amigos tan cercanos como sea posible vendiéndoles máscaras, ropa de catrinas, flores, maquillándolo, y ofreciéndole todo aquello que ha dejado de ser camino para el acercamiento auténtico tornándose en ruido, música -ocurrente muchas veces pero casi siempre ruidosa- haciéndole parte de un desfile –sensacionales algunos por cierto- y dejando de lado las consecuencias del mal comer, la basura, el despilfarro en momentos de inflación y falta de empleo. ¿Nos da felicidad imaginar que por la fiesta no nos cortarán el suministro eléctrico ahora que subió un 40%? ¿Qué muerto cercano nos apoyará cuando la beca o la pensión no alcance para el final de noviembre?

Mientras son peras o manzanas, el día libre, las caminatas en los pueblos y aun las alcaldías de la ciudad capital, distraen la mente para no pensar en los cientos de niños intoxicados en escuelas de Chiapas y otras entidades, la mayoría de esos infantes secuestrados y luego asesinados, vendidos o convertidos en sicarios. ¿es difícil inducirlos a los niveles más altos de la perversidad, si en su etapa formativa ni siquiera aprendieron a no robar o respetar al otro? Las jóvenes que por el encanto del maquillaje y las posibilidades de edición que da un celular, se convierten en centro de interés para personas pervertidas que empiezan engañando y terminan matando ¿serán parte de la fiesta de este noviembre? y las que se han salvado, imaginando que en vez de ser una tradicional “sirvienta”, podrán destacar como recamareras, cocineras o algún otro oficio al que difícilmente podrán acceder por su muy limitada educación básica. ¿Qué pueden hacer con todas sus aportaciones –seguro, derecho humanos etc.- si de plano no alcanzan el nivel mínimo para ser empleadas domésticas confiables?

Pero nadie le puede quitar a los que aquí quedan el derecho a la fiesta, aunque en el caso de los países, sobre todo católicos, que se han contaminado con diversas culturas, el origen y la verdadera tradición se desvirtúen terminando en simple festejo de ruido o saltos que simulan baile y que encierran en sí mismo una sentencia de muerte. Los familiares de más de centena y media de jóvenes que murieron aplastados, sin respirar o pisados en Seúl ¿podrán sus familiares vivos celebrar el posible buen destino de sus muertos? ¿de verdad las brujas en el tiempo y la distancia están llevando a cabo maldiciones de danzas grotescas, memes agresivos y burla implícita en contra de tradiciones que si bien nunca cumplirán lo que sus creadores antaño imaginaron cuando menos tienen en su esencia el valor de ser: historia, costumbre, tradición.

En medio de la vanidad de vanidades pasará este fin de semana fiestero y volverán las personas a esa realidad de aumento de desempleados, de pobres, de deudores y sobre todo de personas llamadas daño colateral. Esas que no pudieron llegar a su destino porque los bajaron en la mitad del camino para incendiar el transporte donde se movían, esos que de pronto ven que el negocio a las espaldas de su casa se incendia, esos que son perseguidos por fuegos inexplicables sobre todo de negocios que inexorablemente empezarán su larga lucha en contra de una compañía de seguros que por no reasegurar o por hacerla de tos, no les pagan lo pactado. Y así con todo y lo doloroso de personas accidentadas en un puente colgante de la India, y las heridas -física y emocionales- de inmigrantes que son rechazados por nuestro vecino de norte, de la impunidad de quienes les cobran por pasarles al otro lado la frontera y luego no les cumplen y las preguntas se multiplican ¿Qué se les hace a quienes abusan de la ley, obtienen dinero y se dan la media vuelta? En medio de la impunidad ¿Quién está trabajando para evitar el alza irremediable de suicidios? ¿Que hay en la mente de quienes han perdido el amor por la vida bajo la espada de Damocles que caerá o se hará caer ante panoramas tan poco alentadores?

Son pocas las posibilidades de escapar a la crisis, y si no hay psicólogos, a la sociedad civil se le hostiga, la epidemia de locura colectiva será un tanto cuanto semejante a la que sufrieron mujeres y hombres alemanes, a final de una guerra, cuando se enfrentaron miedos y decepciones no solo al ver la pérdida de algo en lo que creyeron, sino la agresión que contra los propios civiles nazis sufrieron tanto de soviéticos como de norteamericanos[2]. ¿Qué podemos hacer cuando vemos que dos días de fiesta de muertos no reditúa en nada? Algunos mantienen en buen resguardo su fe en una salvación otorgada de manera gratuita por Jesucristo en la cruz: Aférrate con fe y adentrándote en la Palabra a esta gracia. La vida que tenemos vale más que uno o muchos días de fiesta.

[1] Los budistas ofrecen la reencarnación, las diversas religiones pasadas aseguran que puedes llegar a un lugar seguro donde esperarás a los que amas: los griegos te ayudaban, a cambio de unas monedas, cruzar el rio hacia ese sitio seguro, los que han practicado la incineración aseguran que con ello llegarás más pronto a tu etapa de transformación; los católicos por mucho tiempo ofrecieron que podías salir pronto de purgatorio si te portabas bien o dabas limosnas.
[2] Historiador alemán Florian Huber (Núremberg, 55 años) que ha investigado documentación inédita sobre este terrible y bastante ignorado capítulo de la II Guerra Mun