Por: Lilia Cisneros Luján

24 de julio 2018

“Ni tanto que queme al santo ni poco que no lo alumbre” repetía con sabiduría mi abuelo, que solo con su formación de autodidacta, rechazaba que el Estado –sobre todo el llamado de bienestar- fuera un monopolio y sí en cambio reconocía con esta denominación a todo individuo, empresa o grupo encargado de dominar todo el mercado de oferta de un bien o servicio.

Con la imposición de la globalización, los monopolios parecen haber entrado en el campo de lo inaceptable, debido justamente a que los perjudicados son los consumidores. Una empresa que tiene el control económico de un producto, puede quebrar a un posible competidor, bajando precios temporalmente y si no existe competencia está en la posibilidad de aumentarlos a su antojo aunque ello implique excluir a buena parte de sus posibles consumidores. En ambos casos, además de robo al pueblo lo que sobreviene son obstáculos mayúsculos –entre otros el desempleo- para el crecimiento económico de una región o país.

Desde la época colonial España respecto a México y otras potencias europeas[1] con los Estados Unidos o Brasil, establecieron monopolios, para recuperarse de sus propias guerras de ahí que en el siglo XVIII, las exportaciones de cerámica, calderos, sal, hilos, armas, tabaco, mercurio, espejos, papel, barajas y vidrio, así como las importaciones de cuero, sebo, tasajo y algodón se manejaban por un rebuscado sistema de flotas marítimas que las monarquías o las repúblicas nacientes controlaban mediante concesiones. Con estos procesos se hacían de ganancias exclusivas tanto los dueños de los galeones, como los estados que otorgaban los permisos “aduaneros”.

Puertos diversos –el de Sevilla entre otros- crecieron por el derecho legal logrado en exclusividad, aun cuando de hecho esto suponía una forma de competencia muy sesgada, imperfecta y hasta cierto punto indeseable. Los monopolios del Tabaco, la sal, la pimienta, los naipes, la pólvora y el siniestro tráfico de esclavos africanos, son hasta la fecha la base financiera de muchos dueños de bancos y de otras empresas que han florecido con el desarrollo de la ciencia y la tecnología, reservada también en sus inicios a ciertos grupos de poder. Y algo similar ha ocurrido con los monopolios de la producción y venta de armas, robótica y toda suerte de comunicaciones, cuyas utilidades son casi incomprensibles para cualquier mortal ajeno a este mundo monopólico.

Por supuesto en algún momento de la historia han existido monopolios públicos o estatales, donde la coacción es parte de la operatividad cuando esta implica la proveeduría exclusiva de un bien o servicio, El caso de la energía eléctrica en México es un magnífico ejemplo Por razones estratégicas de desarrollo en algún momento se justificó, el suministro de “luz” como un monopolio estatal. Bajo el esquema idóneo para ese momento, se crearon generadoras –hidroeléctricas, termoeléctricas o nucleares- y se llevó el servicio a los lugares más recónditos. Una de las promesas sine qua non, de los candidatos a diputados o gobernadores hasta inicios los años sesenta era llevar la energía al pueblo de donde eran originarios. En un inicio se manejó concesión para esta función a empresas diversas[2] hasta que los abusos y el incumplimiento llevaron a Adolfo López Mateos a nacionalizar dicho servicio[3], quedando todo en manos de dos empresas estatales, CFE y Luz y Fuerza del Centro.

En la revisión de los procesos, en la última parte del sexenio de Felipe Calderón se cerró, esta última dejando en la calle a miles de trabajadores de los cuales todavía hoy quedan cerca de 14 mil sin empleo[4] En los últimos nueve años, además de haber quebrado a Luz y Fuerza del Centro, los gobernantes han prometido a los consumidores que los precios bajarían, que habría libertad de elección para optar entre diversos proveedores de la generación de energía y que se daría prioridad a los ex trabajadores de esta empresa estatal, para la contratación de los nuevos agentes del mercado; pero la realidad es que CFE, se ha fortalecido como monopolio, con las pésimas conductas coercitivas y con ausencia total del servicio comedido que debe adoptar cualquier compañía cuando se ve forzada a competir. Aun cuando el caso de PEMEX, entra en esta lógica, el tema de la luz es emblemático pues CFE jamás reconoce que puede estar equivocada, amén de que hostiga sobre todo a quienes fuimos clientes de Luz y Fuerza y, con la mano en la cintura o llegan con cobros excesivos –hay una señora muerta que sigue “debiendo” miles de pesos por un servicio posterior a que ella vendió su casa y que este inmueble fue demolido pues se convirtió en parte de un desarrollo comercial por fusión de los predios entre los cuales estaba el de la madre de los familiares que a tres cuadras de distancia recibieron un aviso de corte y cobro jurídico- o muchos otros calculados por un medidor colocado en la acera de enfrente de un domicilio, donde el consumo era mínimo como me ocurrió desde el mes de octubre pasado en que estoy reclamando que en ejercicio de mi libertad comercial, desconecten el susodicho medidor de mi acometida y me cobren solo lo consumido en una parte de mi casa que no está en servicio, permanece cerrado y no consume energía.

Después de cuatro meses del lucha epistolar, ya me cortaron la luz, por negarme a pagar lo que no he consumido y solo espero que la necedad, -discriminación, trato grosero, burlón y hasta amenazas diversas- de esta empresa monopólica se termine con el retiro de su medidor, que según hemos sabido los vecinos, acumula desde le cable el consumo de una zona de la calle y lo prorratea entre los vecinos según su “cálculo”.

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[1] Inglaterra, Francia, Holanda.
[2] Las primeras plantas las manejó la empresa Knight, en 1881, mediante plantas regionales.
[3] 27 de septiembre de 1960, siendo en octubre 21 de ese mismo año que hacen modificaciones a la constitución para formalizar este importante paso.
[4] A un buen número de estos se les ha liquidado, una mínima parte fueron absorbidos por CFE y menos aun se convirtieron en cooperativa cuya misión es generar energía para ir quebrando el poder de CFE a la cual hoy se denomina empresa de clase mundial