Por: Lilia Cisneros Luján

En el inicio de los 60, el desfile del 20 de noviembre, era juvenil. Tenían oportunidad de hacerlo los niños y niñas, de mejor promedio en las escuelas sobre todo públicas. En un orden que todos aceptaban, el primero de mayo era para trabajadores y entraban en el juego los sindicatos para acordar el orden y la cantidad de personas que estarían. El 16 de septiembre era lo militar y el 20 de noviembre como he dicho de estudiantes sobre todo de escuelas públicas en las secundaria y técnicas.

Recuerdo a unos niños preescolares, hijos de universitarios mexicanos -UNAM y colegio de México- que por su relación con alguien que estaba a punto de ser general, asistieron al campo militar número uno y por supuesto fueron muy felices de subir a los tanques, los helicópteros y pulsar las armas. Hoy esos adolescentes, cursan la universidad y recuerdan aquello como una niñería, sin que deseen ser parte de personas con uniformes que simbolizan a la gente dispuesta a matar por los conflictos.

En una reciente visita que hice a mi facultad, un joven que acompaña a su madre, quien trabaja como parte de los cuerpos de vigilancia de la UNAM me comentó que desearía estudiar en el ejército o la marina; con todo y que tiene avanzado su ingreso a la preparatoria pues cursa la secundaria de lo que sería la preparatoria dos. ¿Qué mueve a chicos de esta generación a desear ser parte de la milicia? ¿Será la expectativa de que les paguen desde el primer ingreso? Miden los riesgos o solo ven la veneración que les dispensa el pueblo como lo transmitido el pasado 20 de noviembre en el zócalo

Lo cierto es que congruentes con el discurso de que ahora todo es nuevo –la versión histórica de país, las expectativas de organización política, la planeación de exterminio de aquellos a quienes se les tiene envidia o rencores no resueltos- la certeza de que serán primero los más pobres se ha fijado en muchos asistentes ¿esperan cuando menos en una o dos generaciones que haya millones de afines a este discurso? En el desfile que antes era sólo de estudiantes, el sábado también fue preponderante la juventud que estudia, pero de las fueras armadas –ejército, marina, aéreos-  los que no aman las armas empezaron así de sopetón su carrera de actores, entre ellos algunos habitantes de pueblos indígenas traídos para ser “extras” de la representación que inició con el paseo del primer mandatario en un viejo auto militar del año 1942 -pleno apogeo del avance nazi- bien mantenido en los talles de la SEDENA

No faltara quien me diga, que tengo tirria por el ejército y quienes lo hagan no me conocen. Mi bisabuelo fue un militar de carrera de suma importancia en la historia del país y muy amigo de Benito Juárez; mi padre fue un héroe en la segunda guerra mundial. Muchos de mis tíos y tíos abuelos, formaron parte también de las fuerzas armadas. Y si bien existe por excepción alguno que era una persona mala, la mayoría de los militares que he conocido puedo decir que eran mis amigos o cuando menos conocidos y de respeto; pero las cosas y las personas se prostituyen cuando se les asignan funciones y usos que nos son aquellas por las que fueron creadas[1] y peor aún si a dichos prostituidos, se les dan tantas canonjías que se llega el punto de corromperlos

Pero con el afán de abonar a la paz, hablemos de otras celebraciones como fueron la semana pasada, el día del hombre y el del retrete[2] Es lamentable la burla de los ignorantes que no pueden entender lo del inodoro, que surge como una reacción a la contaminación no solo del campo sino de las personas cuyas naciones están tan atrasadas, que aun en pleno siglo XX siguen defecando en la tierra o los árboles de las ciudades. Por una mala coincidencia la celebración se hace el mismo día, sin que hay muchas voces que reivindiquen los apoyos que un buen número de hombres han aportado no solo a sus mujeres -madres, hijas, nietas sobrinas, alumnas y por supuesto pareja- sino a la humanidad en su contexto

Conocer todos estos temas  implica educación y no sólo ortográfica –ver mi ejemplo de la semana pasada-  sino de cultura general, que obligaría a los funcionarios en la materia a entender la importancia de las escuelas para niños especiales, lo mismo los que sufren por su alto desempeño intelectual que aquellos que batallan con cualquier tipo de retraso no solo físico sino psicológico ¿Sabe usted a que niños y jóvenes se les ha quitado la opción de estudiar con maestras especializadas en los diversos casos de TEA? y muchas otras limitaciones que se dejan ahí y de las que solo podemos inferir algo por lo que nos muestra el lenguaje corporal ¿qué cosas nos dicen unas manos apretadas, un sentado en la orilla de la silla o la inclinación tratando de hacer desaparecer a la dama que interpreta?

En la dificultad para relacionarse con los demás o no manifestar ningún interés por otras personas, necesariamente se muestran afectaciones para el desarrollo personal y luego los impactos por las decisiones de estas personas en su etapa adulta, si acaso llegan a posturas de liderazgo. Son verdaderamente lamentables cosas fuera de contexto realizadas por personas que nunca resolvieron sus limitaciones de ahí que la educación deba ser menos rudimentaria que la de pretender resumir la historia en representaciones fuera de contexto y con extrema simplicidad. Libremos los diversos síndromes que han proliferado, por la cancelación de instancias que se ocupaban de la educación infantil, apoyemos programas serios para proveer pan, y limitemos el circo solo a momentos de ocio constructivo.


[1] Ejemplos: si al sexo se le convierte en comercio, si a los militares se les dan funciones cívicas, a los policías se les instruye como soldados, o si las tazas y platos se usan como bacinicas.[2]  Casi sin pena de gloria, paso el 19 de noviembre el día de una parte de la humanidad, perseguida y tratada muchas veces con discriminación, porque no todos los hombres son golpeadores ni feminicidas y en el caso del W.C. –en inglés- el inodoro o baño como se dice en algunos vocabularios del español, resalta el hecho de que más de dos billones de seres humanos deben defecar sin privacidad lo que genera enfermedades de todo tipo