Por Lilia Cisneros Luján
( Gracias a quienes me saludaron en Navidad y año nuevo y respetaron mi tiempo de reflexión. Iniciamos nuevamente con mi granito de arena, en espera de que sirva para mejorar el entorno)

Quienes rumbo al octavo piso de nuestra existencia hemos sobrevivido al 2020 difundimos con enjundia la serie de crisis, carencias, dificultades de vida –por la falta de refrigeradores, leche sin pasteurizar, agua de la llave etc.- y toda suerte de agresiones. No se hablaba de violación sino de abuso sexual, de rateros en vez de criminales, de pandillas y no de carteles, pérdidas personales y de guerras –muchos nacimos por la segunda mundial y casi todos supimos y vivimos las consecuencias de la de Vietnam- varias de las cuales nos fueron relatadas por los abuelos como en el caso de la revolución mexicana. Casi como respuesta, jóvenes de 40 o menos, se sienten triunfadores por haber sobrevivido al 85 y las decenas de temblores subsecuentes, más algunos ciclones, deslaves y tormentas que desde entonces han vivido; las epidemias respiratorias de diversa índole –el h1n1- hasta crisis financieras recurrentes casi cada sexenio y con la amenaza del cáncer siguen luchando. ¿Porque seguimos aquí? ¿Cómo es que pocas de estas tragedias se han previsto?

Las situaciones se complican por la abundancia de la información que desde hace más de una década suma a lo que teníamos -cine, radio, televisión e Internet- las casi infinitas posibilidades manejadas por los teléfonos, las tabletas portátiles y ¡Ufff! ¿Cómo puedes distinguir lo cierto de lo falso? ¿A qué líderes –políticos religiosos o sociales- debemos seguir? Quienes señalan profusamente -con el apoyo de la tecnología- a los que no convienen porque son populistas, de izquierda o derecha, ineptos, ambiciosos y hasta corruptos ¿Son mejores que los señalados? ¿Qué podemos hacer como simples mortales para evitar, las divisiones religiosas, las confrontaciones sociales y hasta las costosas luchas políticas? ¿Hay alguna similitud, entre las acusaciones de corrupción contra el primer ministro israelí con la complicidad de millonarias empresas de comunicación y lo que es su momento se dijo en Italia o lo que se ha señalado contra el presidente no reelecto de Estados Unidos y el vigente en México?

El 2020 catalogado ya como fatal, dio paso a doce meses de nones[1]. La pura esperanza de cambio dio paso a la resignación por los que se fueron, se le bajó el miedo a muchos –no se ha quitado, pero es menor- se elevó la molestia y el enojo, muy pocos cayeron en el consabido plan de buenos propósitos –con el de bajar de peso a la cabeza- los hijos adultos empezaron a dejar a sus madres y padres con mayor límite de libertad. Sin haberse rendido parece que les ha cansado ya casi un año de cuidadores de ancianos y la lucha parece enfocarse a la búsqueda de un empleo, el estudio de la viabilidad de algún emprendimiento y por supuesto el poner, aunque sea un granito de arena para que las condiciones del entorno socio-político mejoren. En materia educativa ¿hay más opciones que solo el confinamiento de los alumnos? ¿Seguiremos soportando pasivamente el bulling verbal de quienes hoy se sirven con la cuchara grande del poder político administrativo? ¿Cómo evitaremos que se sigan difundiendo rumores contra aquellos a quienes no se considera afines al poderoso del momento? Si acaso los muy activos en política logran instrumentar un verdadero sobre peso en materia política ¿Qué haremos para que no caigan en lo mismo que hizo equivocarse a miles de votantes hace dos años y medio?

Por supuesto la madurez emocional no es mayoritaria y para nuestra desgracia la preparación –académica, experimental o vivencial- con la cual muchos acceden a los puestos, no siempre es óptima. ¿Bastará el señalamiento mediático o nos haremos el espacio para usar los canales jurídicos que de verdad permitan ponerle dique a los vengativos? “ya me cansé de trabajar para esta ONG, pues como voluntarios estamos muy expuestos a las malas acciones o cuando menos a las burlas” dijo un profesionista que luego de su jubilación, decidió enrolarse en actividades para protección de la infancia; pero que en los últimos tres años ha visto con impotencia como los vándalos, roban en escuelas desde las computadoras hasta los cuadernos. Realmente resulta difícil entender por qué con todo y el aumento de policía siguen dándose este tipo de pillajes. Estos vándalos rateros actúan contra pequeños restaurantes, escuelas y hospitales ¿Quién les compra los vidrios, cables, herrajes y todo lo que se llevan en pedazos? ¿Será con besos, abrazos y acusaciones con sus madres que esto termine o cuando menos disminuya? ¿Por qué no se actúa contra todo aquel que no pueda demostrar como obtuvo lo que vende, recicla o destruye?

En la infinidad de veces que, en los últimos 12 meses, escuchamos a alguien justificar porque alguien es enemigo de: nuestro credo, nuestra clase social, nuestro éxito, nuestro partido, nuestra religión, – queda poco espacio para los buenos propósitos, aunque hemos sido dotados de las capacidades para re-inventarnos y lograr salir adelante. Nada se nos ha quitado de esa capacidad, depende de Ustedes y de quienes nos atrevemos a comentarlo que de verdad las cosas mejoren. Con o sin pandemia, con o sin necedad de quienes no son capaces de aceptar que ya no se les quiere[2]. No caminemos al lado de los que gustan de crear divisiones y conflictos ¡Imaginen lo que ha estado instrumentando el señor Trump y algunos de sus correligionarios!!! Aprendamos a ser repelentes a la confusión que este tipo de prosas provocan. La discordia es el freno más grande para el progreso social, comunitario e inclusive individual. Si tu cercana habla mal del “enemigo” tarde o temprano lo hará de ti mismo. La envidia y la soberbia no perdona a nadie, la mejor forma de evitarla es alejarte de quienes son envidiosos y soberbios, además de desarrollar el valor para decirles de manera enérgica pero respetuosa, que las acciones basadas en estos problemas de conducta no edifican a nadie. ¡De verdad, te deseo un magnífico año 2021!!!


[1] Que según reza el dicho “es de dones”
[2] De ahí el gran valor del expresidente francés Hollande, que, a partir de la aceptación de sus errores, decidió no jugar para la reelección.