Por Daniel Ambriz Mendoza

Antes de las elecciones del pasado 01 de julio del presente año en México sonaba a descalificación o resultaba increíble, pero ahora que ya vivimos los resultados, que supimos la configuración de ambas cámaras en el Congreso de la Unión y que comenzamos a ver las propuestas de funcionarios públicos para integrar el nuevo gabinete en el gobierno, las cosas se comienzan a clarificar, las mutaciones políticas, los saltos a conveniencia, el arribismo y las falsas promesas de campaña comienzan a tener sentido: La aristocracia política estaba cambiando rostro, sí amigos lectores, igual que las víboras cambian de piel.
La clase política organizó su propio desprestigio para renovarse y poder renacer, los partidos políticos, que fue su casa, quedaron en ruinas, en la total desolación y ese desprestigio vivido en determinada época y en determinada organización política se borró de su negro historia al cambiar de piel, todos se limpiaron, sus errores se borraron y quedaron listos para seguir viviendo del presupuesto público haciendo lo que siempre han hecho pero ahora renovados, recargados, con nuevo discurso y al amparo de una nueva morada. Varios de ellos, sin importar que hayan cometido actos tipificados como delito son ahora diputados, senadores o prospectos a funcionarios públicos en el nuevo gobierno, no importa de donde vengan, todos los sectores alcanzaron rebanada del pastel que cocinaron mezclando inconformidad, odio y resentimiento social, y ahí tendremos: deportistas, actores, empresarios, políticos de todos los partidos, operadores de la clase empresarial, chavos banda y lo que usted se pueda imaginar, la mayoría sin el perfil que se requiere para el desempeño de la función encomendada.

Fue un tropel de búfalos que corrieron hacia donde había comida y poder, como en los buenos tiempos, pero lo mejor está por venir cuando comencemos a ver los jaloneos al interior de quienes se mezclaron heterogéneamente para poder ganar la elección porque son insolubles, son como el agua y el aceite, para prever esto no se necesita mucho conocimiento en la materia, basta con el sentido común y la lógica.

El punto medular de todo esto es que no estamos de frente a algo nuevo que pueda revolucionar socialmente las cosas y resolver los problemas de fondo del país, estamos frente a un monstruo de mil cabezas que no sabemos cómo vaya a reaccionar, estamos frente a un experimento político provocado desde las grandes élites, con la licencia para funcionar del grupo que detenta el poder desde hace muchos años donde han mezclado el agua con el aceite y han enviado a sus mejores exponentes (o a los peores, según sea el caso) a la arena política para seguir conservando los privilegios de siempre mientras el país aguante, mientras la pobreza no nos inunde y mientras la miseria y la ignorancia no nos asfixien.

Debemos estar pendientes, no tanto de los cambios que sufra la infraestructura social, sino de la adaptación que estoy seguro sufrirá la superestructura de Estado, donde habrá modificaciones que espero sean para el bien social, pero sin fundamentarse en los cambios y en las necesidades de la base social, pero si, en los intereses de esa aristocracia política que ahora estrena rostro, se dicen morenos pero no lo son, ese color está por definirse y dependerá desgraciadamente de los intereses que muevan sus ambiciones y del contento que tengan sus pasiones, así hemos construido este país por décadas, seguimos patrones establecidos, no nos hemos atrevido a sembrar en la tierra una nueva semilla, estamos hechos del mismo material de siempre por eso los resultados son predecibles, un poco de análisis de lo que está pasando día a día nos aporta los elementos necesarios para discernir y hacer predicciones sin mucho margen de error.